
En un magnífico cuento del argentino Juan José Saer llamado Al abrigo, un tapicero encuentra por azar un diario íntimo escondido en un sillón usado, revelando la vida secreta de una mujer que disimulaba su verdadera identidad.
La lectura lo lleva a reflexionar sobre su propia existencia y descubre que él también guarda secretos, como un rollo de billetes oculto en el altillo.
Recuerda luego que su hijo también esconde cosas, y empieza a sospechar que incluso su esposa debe de tener secretos inconfesables. Esta revelación lo transforma: comprende que la verdadera vida de las personas no se muestra a plena luz, sino que se esconde en lo más recóndito de su ser. Su visión del mundo y de sí mismo cambia para siempre.
Por las páginas de los diarios españoles, en las televisiones o en las redes sociales corren las cucarachas, vuelan las gallinas y las ratas saltan del barco: ya se sabe que la realidad siempre superó a la ficción.
La literatura de Saer nos recuerda que no hay nada más perturbador que descubrir que vivimos rodeados de secretos cuidadosamente disimulados.
Hoy, los ciudadanos, como el tapicero, miran con estupor a su alrededor y sienten vértigo: lo que creían realidad era apenas una versión decorosa de una poderosa corriente oculta.
Lo bueno es que esa toma de conciencia de la ciudadanía, aunque se torna extremadamente dolorosa, es el primer paso hacia una lucidez que seguro traerá cambios positivos.