Casi a diario topamos con gráficos que revelan la evolución de la población, los inmigrantes, los desempleados, estudiantes de esto y de aquello, funcionarios de todo tipo, enfermos de algo... pero falta el de botarates. Y se echa de menos, pues permitiría ver si está fundada la impresión de que nunca hubo tantos como ahora. Claro que hasta aquí no ha habido tantos foros donde esos personajes se muestran como lo que son. Frente a esos individuos caracterizados por su poco juicio, las personas prudentes que en los mismos lugares intentan tan solo exponer hechos y razones pasan inadvertidas, opacadas o silenciadas por los vocingleros.
La primera noticia de botarate (‘persona de poco juicio y formalidad’) la tuvimos en la primera mitad del siglo XVIII, gracias a la pluma de Diego de Torres Villarroel: «¿Quién había de atender a tus despropósitos, vaciaduras y cachorradas sino yo, que soy otro botarate, casquilucio y rebelde?». El diccionario de la Academia señala que ese sustantivo deriva de botar (‘saltar’), y Corominas cree que puede resultar del cruce de boto con otra palabra, quizá orate o disparate. Y menciona patarata, que en portugués se aplica a la persona que dice pataratas o mentiras y al presumido o vanidoso. Por contaminación de boto, este patarata se convirtió en botarata, como se dice en varios países americanos, y esta en botarate, que por allá es el manirroto.
n su momento se hizo famoso el «¡Botarate!» con el que Ramón y Cajal increpó a un joven reportero que lo fotografió sin permiso. Mucho más recientemente, una escritora y profesora malagueña, medalla de Andalucía, provocó una fuerte polémica al tachar de botarate y de «imbécil integral» a Blas Infante, padre del nacionalismo andaluz.
Para los botarates que nos rodean hay un buen número de apelativos que les vienen al pelo. Mariano Rajoy empleó con no poco éxito chisgarabís, que es el mequetrefe o chiquilicuatre. Pero hay más cantamañanas, desde el zascandil al badulaque, pasando por el majadero, el mentecato, el trafalmejas y el boceras, este con be o con uve, a gusto del consumidor.
En fin, demasiadas cabezas de chorlito, cuadradas, huecas, a pájaros y locas.