La deuda autonómica y el hijo pródigo

José María Rivas moar y Carlos Sánchez-Tembleque ponte PROFESORES DE LA ESCUELA UNIVERSITARIA DE RELACIONES LABORALES DE LA UNIVERSIDADE DA CORUÑA

OPINIÓN

ANGEL MANSO

28 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La deuda pública consolidada de Cataluña es la mayor de todas las comunidades autónomas. En el 2023 ascendía a 88.917 millones de euros. El segundo lugar, a mucha distancia, corresponde a la Comunidad Valenciana, con 59.489 millones.

Si lo analizamos por habitante, la deuda de Cataluña es de 11.035 euros por catalán, la segunda mayor per cápita de las comunidades tras la de Valencia, que estaría en una posición casi idéntica, 11.105 euros por valenciano. Frente a estas dos regiones líderes de deuda global y per cápita, la deuda global de la comunidad gallega asciende en el 2023 a 12.154 millones, y solo supone 4.491 euros por gallego.

Estos datos demuestran que los políticos en las distintas comunidades no han actuado con el mismo rigor administrando el dinero público. Son tres ejemplos de desigualdad, sin más significado o intención.

Desde luego, no todos los euros gastados en el ciudadano tienen el mismo valor desde un punto de vista conceptual, ya que existen actividades primordiales como los servicios sociales o la sanidad frente a otras actividades complementarias de tono más lúdico como actos culturales, festivos, subvenciones y chiringuitos. Lo que sí es cierto, o por lo menos se presupone, es que todo gasto va en beneficio del ciudadano, pero tiene un retorno en votos para el representante público electo. Este es un buen motivo que incentiva la inversión y el gasto público, tal y como estamos acostumbrados a percibir los meses anteriores a cualquier proceso electoral.

Con este panorama y con la desigualdad existente entre comunidades autónomas (económica, demográfica, fiscal, etcétera) nos encontramos con el ¡borrón y cuenta nueva! Todos tenemos derecho a equivocarnos y el Estado es la salvaguardia de aquellos que más se han desviado de sus presupuestos. La explicación real es que el Gobierno, que es débil, está obligado a hacer la enésima concesión a sus socios catalanes, que —por encima—, son de ideología conservadora.

Sin duda, la situación recuerda a un pasaje bíblico: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo». El padre dijo: «Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado» (Lucas, 15).

En la guerra actual de los relatos, el Gobierno se apoya en la bondad, la generosidad, la cohesión, mientras que la oposición actúa con otro proverbio: «Él paga a cada uno según sus obras; hace que cada cual reciba lo que merece» (Job, 34.11).

En cuestión de relatos, el Gobierno gana por goleada y la propia Biblia le avala. Cualquier politólogo, tertuliano o un simple asesor recomendaría lo positivo frente a lo negativo, el premio frente al castigo, la bondad frente a la maldad… En esta táctica narrativa, ¿tendrán algo que ver las visitas que hicieron hace meses miembros significativos del Ejecutivo al papa Francisco?

Es una pena que la Biblia no ofrezca grandes datos de la financiación de Judea, Samaria, Perea y Galilea. Sería estupendo continuar el relato con la introducción de un régimen foral, concediendo a Cataluña, que genera el 19 % del PIB del Estado y es la cuarta comunidad autónoma más rica, con más PIB per cápita, la gestión directa de sus ingresos fiscales para que, al fin, pudiese alcanzar la ansiada autonomía en la administración de sus recursos y competencias, en detrimento de la solidaridad con las restantes 13 regiones más pobres.

Siempre nos quedará el principio de Pareto… El 20 % de generación del PIB debiese conseguir el 80 % de los resultados. Mejor no dar ideas a ciertos columnistas.

Mantengamos la caja única, la equidad fiscal, seamos solidarios y, sobre todo, seamos justos. A partir de ahí, la política que la decidan los ciudadanos con sus votos. No se debe permitir que nadie se perpetúe con malas artes. «Debemos fingir debilidad, para que el enemigo se pierda en la arrogancia» (Sun Tzu en El arte de la guerra).

Dan ganas de dejar de creer en los Magos que vienen de Oriente y pasarse a Sinterklaas.