
El médico de familia es un eslabón muy importante en la atención sanitaria. A él acuden los pacientes cuando tienen un problema de salud, que se supone menor y que creen que va a ser resuelto eficazmente. Si no es así, el profesional sabrá derivar al paciente al especialista adecuado para que se inicie su recuperación de la mejor forma posible. Hasta ahora todo bien.
El problema surge cuando el paciente acude al centro de salud y, el médico que lo atiende, ya no es el mismo de la vez anterior, porque lo han cambiado. A partir de ahí, el paciente empieza un peregrinaje y, en vez de un médico de familia disfruta de una familia de médicos, a los que tiene que contar todo, desde el principio, a pesar de que su historial médico está en el ordenador y su médico tiene acceso a él. Este es un mal que conviene atajar, pero no es fácil porque los médicos tienen derecho a solicitar el centro que más les convenga, aunque eso suponga que los pacientes tengan una familia de médicos para rato. En La Voz (28-5), el doctor Lorenzo Armenteros dice: «Los pacientes, cuando llaman a su centro de salud, no saben que médico les va a tocar». La percepción de sentirse cobijado y respaldado por un médico se está reduciendo, y eso repercute en la mala percepción de la salud. En resumen, mejor un médico de familia que una familia de médicos.