
Si la cifra de espectadores pegados a la tele es la medida que separa a los deportes que merecen visibilidad en televisión de los que son relegados, no hay duda de que el fútbol femenino se ha ganado un puesto en la primera división de las retransmisiones. La final de la Eurocopa reunió a una media de 4, 1 millones de seguidores, que fueron cuatro de cada diez personas que veían la televisión a esas horas de la tarde del domingo. Fueron muchos más a la hora de los penaltis, ese momento de máximo suspense que atrapa ante la pantalla incluso a aquellos a los que el fútbol les hastía. El recuento de seguidores fue de casi el doble de los que sintonizaron en mayo, también en La 1 de TVE, la final de la Champions masculina, que, sin un equipo local, se desinfló hasta los 2,6 millones de interesados en su emisión en abierto.
La selección española femenina no logró igualar la victoria de la final del Mundial del 2023 tampoco en registros de audiencia, pero su tirón es incontestable. Sigue habiendo, pese a todo, detalles que delatan que la consideración de deporte secundario sigue sobrevolando. Como denunció la locutora María Escario, y pudo apreciar la gente desde casa, nunca en el fútbol masculino se habría retrasado la conexión con el comienzo del segundo tiempo, tapado con anuncios y promociones. Fueron solo unos segundos, pero reveladores del camino por andar.