Servicios de urgencias y período estival

OPINIÓN

Estamos en esa época del año en que, como todo el mundo sabe, las personas no enferman. Ese período estival propicio para el cierre de camas, consultas y quirófanos en nuestros hospitales y en el que se acentúa ese funcionamiento particular de la atención primaria, primer nivel asistencial, donde la media para conseguir una cita sobrepasa los 10 días. Es ese maravilloso tiempo en que Galifornia mantiene residentes y atrae turistas que previamente se han bañado en la piscina de Cocoon del servicio de salud.
Lamentablemente, la realidad es diferente, los pacientes siguen enfermando y nuestros servicios de urgencias (SUH) siguen abiertos con su máxima operatividad. Es más, funcionamos en una sobre aforo constante. Evidentemente, esto se hace a expensas de más horas de trabajo para los que están, porque aquí no hay planes psicosociales transversales ni se favorecen las contrataciones.
En el 2007 se firmó el Acordo sobre xornada, retribucións, e condicións de traballo do persoal médico de urxencias hospitalarias do Servizo Galego de Saúde, que delimitaba revisiones periódicas para actualizar y mejorar el futuro de estos fundamentales servicios. Pues bien, el citado acuerdo ya se ha hecho mayor de edad y a este hijo pródigo ni siquiera le han comprado unos cordones nuevos para los zapatos. La falta de actuación por parte de la Administración y la escasa implicación de nuestros representantes han contribuido a que no se mueva ni una sola coma.
La realidad de los servicios de urgencias en Galicia es sencilla numéricamente: cubre una población de 2.717.000 habitantes (sin contar población flotante), tiene una frecuentación (número de urgencias por 1.000 habitantes) de 459,2 y conociendo su huella de triaje (porcentaje de urgencias según nivel) se estimaría que precisaría unos 36 urgenciólogos/100.000 habitantes para garantizar una asistencia de calidad y seguridad, según los criterios de homogenización de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias en Galicia. Galifornia no se acerca ni de lejos.
Lo que es desolador es lo que se avecina. El Informe de necesidad de médicos especialistas en España 2023-2035, del Ministerio de Sanidad, nos describe lo que ya está aquí. En el 2029 los servicios de urgencias tendrán los profesionales más envejecidos del Sistema Nacional de Salud (más de un 40 % con más de 50 años) y con un déficit sostenido de un 10 % de profesionales cada año hasta el 2035. No hay ninguna otra especialidad en esta situación. El propio informe concluye que en los próximos años la práctica totalidad de las especialidades llegaran a una situación de equilibrio y a un rejuvenecimiento de sus plantillas excepto urgencias y emergencias. Nada que no sepamos: desde hace dos años dos servicios de urgencias de Galicia viven en una situación de precariedad absoluta, Burela y Ourense.
Es probable que nuestros gestores estén dispuestos a anticiparse al futuro (ya presente) y reordenen las condiciones laborales, así como la oferta de profesionales para estos servicios. Tal vez sea una buena medida entre tantos proyectos de gran calado que, estoy seguro, preocupan tanto a los ciudadanos como que los SUH tengan que cerrar porque no tienen profesionales. El recambio generacional en los servicios de urgencias y emergencias en Galicia requerirá entre 30-40 urgenciólogos anuales.
O tal vez nuestros gestores prefieran esperar a que se extienda esta situación a otros servicios de urgencias gallegos, casi como una pandemia. No se preocupen entonces, también pueden avisarnos y solo podremos recomendar el confinamiento selectivo de la incompetencia manifiesta como mejor terapia contra la improvisación. Entretanto, observaremos la bella holística del canto del cisne.