
A las doce de un mediodía se abrió la ventana digital para reservar entrada y un minuto después el aforo estaba completo. Los artistas no se llamaban ni Aitana ni Taylor Swift, sino Juan y Jacobo, de apellidos Tallón y Bergareche, y sus habilidades residen en contar historias cojonudas impresas en unos artefactos en los que habita el conocimiento desde la Epopeya de Gilgamesh, o sea, libros. Tallón y Bergareche son escritores y la semana pasada fueron convocados por The Mop Foundation, o sea, la fundación de Marta Ortega, para parlotear en A Coruña sobre el escurridizo arte de escribir. Suponemos en los asistentes un entrenamiento digital de primera, capaz de enganchar con la máquina virtual de entradas en el primer segundo tras la bandera verde. No es mi caso. No ha trascendido el número de lectores igual de lentos que no pudieron escuchar a los artistas pero la coyuntura que narro demuestra que todos aquellos que pronosticaron la muerte del libro cuando se nos apareció internet tenían la misma intuición pronosticadora que Paco Porras.
Vamos al dato. Las ventas de libros crecen en España de forma ininterrumpida desde hace once años. En el 2024 se despacharon 77 millones de ejemplares, con una facturación de 1.200 millones de euros. Se compra muchísimo más en papel y el canal más frecuente para hacerlo son las librerías, convertidas muchas veces en agitadoras culturales de sus entornos, en referentes de conocimiento y encuentro. Frente al apocalipsis cutre y decadente que tantos retransmiten en falso directo existe un mundo real en el que la gente abre libros de trasnochado papel y los descifra con el mismo interés de siempre. Y escritores que son stars a quienes es imposible escuchar en directo si no tienes un dedo súper veloz. Y mágico.