Vox o la gran coartada

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Marcial Guillen | EFE

18 ago 2025 . Actualizado a las 09:12 h.

Agosto de 1963. Se estrenó La gran coartada, un filme dirigido por José Luis Madrid. Es una película sencilla, pero de visionado amable: no te aburres. El guion, sencillo también, pero ameno. El protagonista, Arturo Fernández, que siempre le daba valor actoral a sus interpretaciones. En esta ocasión hace el papel de Luis Larra, un empleado de una constructora madrileña, pintor aficionado que no vende una pintura. Gasta aire de fracasado y tristón. Obviamente, enamorado. Acude con el pagador de nóminas para atender a los trabajadores de un pantano. Llevan doce millones de pesetas. En el camino recogen a un hombre malherido. Sufren un accidente. Luis Larra sale ileso. Los otros dos fallecen. Parte del dinero se quema. Pero quedan todavía cinco millones que el pintor aficionado recoge. Y se va. La coartada era perfecta. Dos muertos. Todos pensarían que uno era el pagador y el otro Luis Larra, su chófer. Sin embargo, hay películas que no tienen final feliz, aunque lo parezca, y yo no se lo voy a contar. Porque quizá a esta altura del artículo ya va siendo hora de decir que el asunto de la película es simplemente un macguffin, el invento de Hitchcock que consistía en introducir un elemento en la trama que nada tenía que ver con la trama, intrascendente, pero que lograba captar la atención del público.

El macguffin de hoy es una excusa para el título de la columna. Me parece significativo. Porque para mí Vox es la gran coartada del actual Gobierno para seguir gobernando. Lo acontecido en Jumilla no es asunto baladí, cierto. Pero tampoco me parece una cuestión trascendente de sumo, y principal, interés nacional. Recuerdo cuando en Ferrol se prohibieron actos de Semana Santa en el Teatro Jofre (y no pasó nada). Entonces la teniente de alcalde era Yolanda Díaz. También recuerdo las veces que se han vejado símbolos cristianos (y tampoco pasó nada). Más trascendente me parece a mí tener un ministro de Transportes que se mofa en sus mensajes de los incendios, o que veranea cómodamente mientras se paran los trenes en medio de las vías. Y que no dimite ni le hacen dimitir. Su jefe también está de vacaciones. Dejémoslo. Vayamos con Vox y su estrategia: convertirse en icono contra los emigrantes y sus credos. En su deriva hasta son capaces de criticar a la Iglesia católica con vehemencia. Creen que les va a ir bien electoralmente. Sin embargo, aún no conocen el interés de Sánchez hacia ellos. Es lo que quiere el presidente del Gobierno. Es lo que necesita: dividir el país entre buenos y malos, entre el «progresismo» y la ultraderecha. Ahora le llaman polarización, pero en realidad es el modo de afianzar a los propios votantes fomentando el rencor hacia los oponentes. Ese rencor se volverá contra ellos: contra el Gobierno y, también, contra Vox. Se han convertido en la gran coartada para que este Ejecutivo en agonía prolongue, para desgracia de los españoles, esa agonía. Pensarán que les va bien. Yo no lo creo.