«Ha sido un accidente, no es culpa de nadie»

OPINIÓN

Martina Miser

23 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Las cosas, a veces, no terminan bien

Es tremendamente duro darte cuenta de que la mala suerte, la fatalidad, están ahí, cerquita. ¿Quién diría que una tarde con amigos podría acabar tan mal? Eso, y solo eso ,es lo que ha sucedido. Niños, risas, confidencias, paseos, fiesta, decisiones inesperadas aparentemente no peligrosas.

Para los que opinan y siguen opinando, para los que no se han equivocado en toda su vida, para los híper responsables y perfectos… ha sido una fatalidad del destino, un accidente, unos segundos de mala suerte, de muy mala suerte, la peor.

De las risas y los momentos de camaradería a los gritos de ayuda desesperados, del sentimiento de «este es mi verano» al miedo y a la angustia más grande que nunca te hubieras imaginado. Todo cambió en pocos minutos, todo fue casi sin que se diesen cuenta.

Niños normales, familias normales, aventuras normales a esas edades… Para los que nunca han hecho ni pensado nada peligroso: nosotros sí, muchas cosas, de las que no estamos orgullosos, por supuesto, pero que nos hacen eso, personas normales, que nos hemos equivocado y que hemos tenido suerte.

Escribimos llenos de dolor, rabia e impotencia; ojalá pudiéramos dar para atrás en el tiempo, ojalá nada de esto hubiera sucedido, ojalá todo hubiera terminado bien, ojalá no hubiéramos visto y vivido tanto dolor.

Gracias, millones de gracias, a esos padres abatidos, hundidos, agotados, a ratos esperanzados, ahora deshechos. Gracias por abrazar a nuestros hijos, a nosotros, por querernos, por animarnos, por decir una y mil veces uno a uno a nuestros hijos: «Ha sido un accidente, no es culpa de nadie. Gracias por ser los amigos de nuestro hijo, los mejores amigos». Eso es lo que les han dicho, con amor, amor infinito e incondicional.

No hay consuelo, no hay manera de entender esta fatalidad del destino, esta injusticia. No hay nada que decir, nada que sentir más que un inmenso, desgarrador y crudo dolor.

Pedimos respeto, primero a la familia, por supuesto, hay que acompañar y abrazar, solo eso, ojalá pudiésemos hacer más. Y respecto a nuestros hijos y a sus amigos, seamos sensatos. Pensar que a mí algo así nunca me hubiese ocurrido es pensar demasiado. Ser quien de juzgar y culpar es no tener ni un ápice de calidad humana, ni una pizca de empatía, ni un poquito de sentido común. Dejemos de opinar, de hablar por hablar, sintamos, reflexionemos, comprendamos…, seamos más humanos. Padres y madres de los amigos de Marcos.