Carros de fuego

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

Un aspecto del incendio forestal de Larouco, a orillas del Sil, visto desde Alvaredos y Montefurado, en el municipio de Quiroga
Un aspecto del incendio forestal de Larouco, a orillas del Sil, visto desde Alvaredos y Montefurado, en el municipio de Quiroga CARLOS CORTÉS

24 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Corren desbocados los carros de fuego que no transportan a ningún profeta para elevarlo al cielo como en la Biblia. Incendian el paisaje y las llamas tiñen de rojo intenso la línea del horizonte. Cuando escribo esto han ardido más de 90.000 hectáreas en Ourense. La Galicia interior es una geografía ardiente. Chandrexa de Queixa, Cualedro, Oímbra, Vilardevós, Valdeorras, Larouco, Carballeda de Avia son, con otras aldeas y pueblos, un mapa abrasado, lugares de desolación, la tierra del fuego que asoló una parte de Galicia. Ardieron granjas y bienes, murieron decenas de animales, se perdieron muchas casas, el paisaje, la memoria de muchas personas se convirtió en cenizas.

Escribía Víctor Freixanes que perder la casa, en la Galicia rural, es como perder la vida porque todas las personas que viven en una aldea se conocen como vecinos de tal o cual casa. Su territorio de nación y de vida, su hogar, son su nombre y apellidos.

Me faltan adjetivos para describir este inmenso desastre. Somos los responsables del fuego salvaje, la película O que arde fue un aviso colectivo que no quisimos escuchar. Ourense no es un hecho aislado. La mano del hombre es responsable de que Zamora haya sido una tea, un incendio plural, al igual que las Médulas y gran parte de León, y Gargantilla, Rebollal, Burguillos del Cerro; la España menos poblada, la España interior, el atlas físico del fuego.

Los carros de fuego unen los elementos al discurso más inquietante del cambio climático, que subvierte el clima, modifica el orden lógico de las estaciones y convoca al mal humano haciendo que la piromanía sea la danza del fuego que nunca escribió Falla.

Se quema nuestra memoria, el relato escrito en el viento que se quedó en los carballos, los bidueiros, los pinos, los castaños que han desaparecido quemados, abrasados por la llamarada perpetua que recorre el país.

La tragedia de agosto es terrible, y la solución no es una cuestión baladí. El fuego evolucionó hacia un incendio explosivo que sorprende a bomberos y especialistas, mientras volvemos a las tesis del vicepresidente Al Gore, que advirtió al mundo de estos desequilibrios, de los carros de fuego que arrastraba el cambio climático, el desorden de los océanos, las danas frecuentes y los incendios de sexta generación, como estos que han prendido una línea de fuego en el horizonte. Nosotros, todos, somos responsables.