La Voz publicó el jueves la mejor noticia de la semana: «Galicia logra frenar la caída de su natalidad por primera vez en los últimos doce años». Han nacido ocho niños más que en el primer semestre del 2024. Algo es algo, acaso una tendencia. Atribuible, quizá, al regreso de los hijos y nietos de nuestros emigrantes, y a unas políticas nacionales y autonómicas que hasta ahora habían surtido efectos positivos pero muy limitados, porque se concentraban en ayudas de carácter económico y laboral. Quizá haya que buscar las raíces de este repunte mínimo y todavía provisional en un dato muy simple: el aumento fortísimo de matrimonios con respecto a la caída tremenda que supuso la pandemia.
En España, en torno a la mitad de los niños nacen fuera del matrimonio. En Galicia la proporción se inclina más hacia los retoños de no casadas. El número de hijos promedio por mujer casada ha descendido (-15 % aproximadamente) y el de hijos por mujer soltera ha aumentado (10 %). Aun así, las casadas en edad fértil siguen teniendo más hijos. Pero menguan cada día. En el 2022 habíamos perdido casi una cuarta parte de las casadas que había en el 2013. Y por esa rendija se nos van la natalidad y el futuro, algo que tiene menos que ver con cuestiones económicas y laborales que con formas culturales y de estatus. No he podido comprobar si ocurre por aquí lo mismo que en otros países desarrollados: las mujeres de clase alta siguen casándose y las pobres se casan mucho menos, porque las élites dicen una cosa, que los demás siguen, mientras ellos hacen la contraria.
Pero a ver quién es el guapo que se atreve a ponerle el cascabel a semejante tigre. De momento, ojalá consigamos mantener la tendencia alcista, por pequeña que sea.