La radiactividad de las aguas marinas en la fosa atlántica
OPINIÓN

El buque oceanográfico francés L'Atalante investigará hasta el 2026 el botellón de residuos radiactivos de media y baja intensidad que, entre 1949 y 1982, se dejó la Europa civilizada en la fosa atlántica. Las cifras (la unidad de medida B indica mil bidones) son: Bélgica 55,3 B, Francia 43,4 B, Alemania 0,48 B, Italia 0,1 B, Países Bajos 28,4 B, Suecia 2,9 B, Suiza 7,4 B y Reino Unido 103 B. Estos países llaman a los del Sur PIGS, y ademas nos cobran impuesto por el CO2 (aunque ellos emitan más).
Pero España paga también, concretamente a Francia, hasta ahora 200 millones de euros, por guardar sine die los restos radiactivos de baja y media intensidad que iban a ir a Villar de Cañas (Cuenca) hasta que Pedro Sánchez suspendió la construcción del cementerio nuclear en el 2023. Los residuos radiactivos peligrosos, de alta actividad, continúan almacenándose, en las galerías de la mina de uranio de El Cabril (Córdoba).
El cuadrante granítico de la Península Ibérica —Galicia, Salamanca, Extremadura y Minho portugués— supera, desde hace siglos, un problema similar al de la fosa atlántica: el radón, con normas eficaces (ventilación y sellado de fisuras) en construcciones y sótanos.
Y aunque los vertidos en la fosa atlántica finalizaron en 1982, los franceses prolongaron su actividad, entre 1966 y 1995, en Mururoa (océano Pacífico), con 41 pruebas nucleares atmosféricas y 137 pruebas subterráneas). Pero con la ampliación de la Zona Económica Exclusiva, España llega hasta la zona de los vertidos, y especialmente Galicia se ha sensibilizado por el riesgo que puedan suponer 241.043 barriles (reconocidos) de residuos radiactivos de baja y media actividad para la pesca, la navegación o para los gallegos. Todo indica que, a pesar del deterioro de los bidones, el riesgo es menor al de exposición al radón para los habitantes del cuadrante granítico. Y además, según dicen los técnicos, es impensable la recuperación de estos residuos.