Vivir 150 años
OPINIÓN
Frente al misterio que generalmente rodean las «cumbres» que celebran los mandatarios soviético y chino —y en la última ocasión también con la concurrencia del norcoreano—, esta vez —y sin que sirva de precedente— ha trascendido una conversación mantenida entre ellos, en donde Xi Jinping y Vladimir Putin divagaron sobre la posibilidad de vivir hasta los 150 años e incluso alcanzar la inmortalidad. Basaban su argumento en el desarrollo biotecnológico y el trasplante de órganos, apostillando además, que se produciría durante este mismo siglo.
Es verdad que estamos asistiendo ya desde hace años a un significativo incremento de la esperanza de vida, siendo la máxima registrada en humanos en 122 años (Jeanne Calment). En países desarrollados, la esperanza de vida ha aumentado históricamente entre 2 y 3 meses por año (en el siglo XX supuso 30 años en total en países desarrollados), aunque puede variar mucho, como acabamos de ver tras la pandemia. Esto que supone un logro sociosanitario de extraordinario valor (nos indica que vamos por el buen camino) también plantea algunos problemas relacionados sobre todo con la falta de previsión —consecuencia, entre otras, de la falta de ideas— más que con el problema en sí mismo.
El criterio más trascendente en este tema no es tanto la cantidad, en este caso, número de años vividos, sino la calidad de los mismos, lo que se denomina como calidad de vida. Y es aquí donde merece la pena detenerse. Nos sorprendemos en muchas ocasiones del buen aspecto y vida saludable de octogenarios, nonagenarios e incluso centenarios, pero la muestra que nosotros observamos, no es suficientemente representativa, pues los que no disfrutan de buena salud o no llegan a cumplir muchos años no los percibimos en nuestra vida cotidiana.
Por mi vocación y profesión, me muevo más en el grupo de personas añosas afectas de todo tipo de patologías, sobre todo neurodegenerativas aunque también de cualquier otra, en estadios normalmente muy evolucionados. Puedo garantizarles que esta muestra es extraordinariamente numerosa.
En mi criterio, debe primar mucho más la calidad de la vida que la cantidad de años vividos. Disiento pues del señor Putin en su deseo de vivir muchos más años, sin mencionar para nada la calidad de los mismos.
No creo, como él argumenta, que el aumento de la longevidad dependa exclusivamente del número de trasplantes necesarios para prolongar los años de vida. Ni tampoco de la biotecnología (aplicación de tecnología a sistemas biológicos, organismos vivos o sus derivados para crear o modificar productos y procesos con fines específicos). Sí me sugieren más certezas terapias genéticas y epigenéticas, reprogramación celular, dietas y medicamentos, medicina preventiva y personalizada, como la medicina de precisión (basada en el ADN de cada persona), que se espera revengan enfermedades antes de que aparezcan. Y desde luego probables avances —hoy de momento impensables— fruto y consecuencia de la inteligencia artificial (descubrir nuevos medicamentos y profundizar mejor en el envejecimiento celular). Órganos artificiales, nanotecnología médica o incluso transferencia de conciencia, (aunque esto ya entra en el terreno especulativo y filosófico) son otros de los frentes abiertos de investigación.
Pero para la mayoría de los que hoy gozamos de vida es más realista hablar de cumplir 100-110 años con buena calidad de vida siempre que cuidemos la salud y aprovechamos los avances médicos presentes y futuros. No se trata pues de «alargar la vida» como de prevenir y evitar la enfermedad. Y en todo caso, habría que plantearse si para el bien de la humanidad sería bueno que algunas personas y personajes, llegaran a vivir tantos años.