
No ha pasado ni una semana desde el arranque del curso televisivo y ya ha empezado la contienda por la atención del espectador. La primera gran tormenta se desató esta semana con la intervención de Mariló Montero para atacar a Televisión Española no desde El hormiguero, que sería lo previsible, sino desde el escenario mismo de La revuelta, programa estelar y horario más cotizado de la misma corporación donde ella concursa en las cocinas de MasterChef. La cortesía no le impidió ser elocuente con sus ideas. De pie, sin llegar a tomar asiento, la presentadora salió de su caballo de Troya para opinar que la cadena pública es «unidireccional» y escorada, con presentadores que son «izquierda, izquierda, izquierda» de la mañana a la noche. Broncano, con la indolencia que lo distingue, argumentaba en contra: «Si el sanchismo condicionara los contenidos o la ideología de esta cadena, tú no podrías estar aquí diciendo lo que dices». Aunque el programa es grabado, el fragmento se emitió sin filtros. El intercambio se desarrolló dentro de una tensión sensata y cordial, pero su onda expansiva ha generado una oleada de comparaciones y peleas de y tú más que cada cual proyecta desde su trinchera. Quien recuerda a la que fue reina de las mañanas en una TVE bajo un gobierno de otro signo sabe que la gerencia del ente público nunca ha sido impermeable.