Patrióticas soluciones al fenómeno migratorio

Jorge Sobral Fernández
Jorge Sobral CATEDRÁTICO DE PSICOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE SANTIAGO

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

13 sep 2025 . Actualizado a las 22:26 h.

A fin de cuentas, no era tan complicado. Reunidos en conferencia, los compungidos patriotas estudiaron con rigor y seriedad el fenómeno migratorio. Por una vez, banderas y pulseritas no cegaron el análisis de datos y la extracción de conclusiones. La ecuación pronto abrió puertas a sus incógnitas. Todo el cónclave quedó en deuda con un ponente: un gallego. Se subió al púlpito de oradores armado de datos. Entre otros: en los últimos tres años, Galicia ha crecido en población. A 1 de enero del 2025, Galicia registró un incremento de 9.592 personas, resultado de 17.200 nuevos gallegos de procedencia extranjera, combinados con un descenso de 7.600 ciudadanos de origen autóctono. El didáctico orador miniaturizó el problema, enfocando desde cerquita al 2024: ese año, la población gallega creció, a pesar de que hubo 1.933 defunciones más que nacimientos (el peor saldo de toda España, dicho sea de paso). Los llegados de fuera, nos salvaron las cuentas. Por si fuera poco, el 60 % de nuestros nuevos vecinos de procedencia exterior son menores de 40 años. Toda una promesa de un futuro vigoroso y prometedor, pero en manos «bárbaras». Tiempo tuvo para exhibir un recorte con una reciente noticia en La Voz de Galicia: la mano de obra extranjera está salvando nuestra industria naval.

Un cierto escalofrío recorrió el patriótico plenario. A los asistentes no alérgicos a la aritmética se les empezó a hacer bola su tan cacareado plan de expulsión de unos cuantos millones de inmigrantes. Pero no hay guerra sin víctimas, y si las bajas son al servicio de mantener las esencias, las tradiciones, los núcleos atómicos de la sacrosanta identidad, qué se le va a hacer. Inquietos pero valientes, los inteligentes patriotas no se arredraron. Casaron datos innegables y ansias irrenunciables. ¡Inmigrantes fuera! ¿Cuadratura del círculo? No, para nada. En sus programas y propuestas, a partir de ahora, se incluirán todos aquellos instrumentos de ingeniería social precisos para qué sus parejas, hijas, nietas, entiendan que tienen que ponerse a parir, pero ya. Hay que llenar España de españoles de verdad.

Pero el sacrificio no acaba ahí. Dado que sin trabajadores extranjeros (alrededor del 50 % de todo el nuevo empleo) la economía de nuestra amada nación colapsaría, nuestros héroes asumieron que ese chorro de hijos y nietos deberían renunciar a ir a la universidad, olvidarse de ser ingenieros, médicos, abogados. Nada de eso: su formación, tanto profesional como aspiracional, deberá ser dirigida con mano norcoreana a ser eficientes en otros escenarios: la fresa de Huelva, el pimiento de Almería, la manzana de Lérida, la uva riojana o del Priorat; deberán formarse como adecuados currelas de la obra, que hay mucha casa que construir. Será asignatura obligatoria de primero servir mesas y fregar platos, todo sea para que nuestra hostelería, hermana gemela de nuestro petróleo turístico, no se seque dramáticamente. Por supuesto, los cuidados a nuestros enfermos y viejiños tendrán lugar preferente en el currículo de nuestras nuevas, aguerridas y numerosas jóvenes (en femenino). Y ni que decir tiene que una buena parte de esta cachorrada patriótica tendrá que formarse en el noble oficio del servicio doméstico. Es probable que tengamos problemas del estilo ¿quién servirá a quién?, pero bueno, nadie ha dicho que no hubiera problemillas. Y en caso de dudas y flaquezas, ¡todo por la patria!

Y así, por fin, moros y panchitos se quedarían en sus casas, o se irían a la casa de otros. Nosotros, aquí, hidalgos, pobres pero orgullosos, libres de sus molestias e impurezas. Además, y muy importante: cuando el programa esté implementado, y alguna de nuestras huestes sea agredida, al menos estaremos seguros de que ha sido víctima de un español como dios manda. Y, como no hay mal que por bien no venga, se ahorrarán la engorrosa labor de seguir cultivando la fétida e inmoral patraña que relaciona inmigración con delincuencia.

Al despertar, me acordé de Monterroso: el dinosaurio seguía en la habitación. Y el menda, bañado en sudor.