La lectura como petardo buscapiés

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

Fernando Villar | EFE

16 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Es verdad que a los que leemos nos gusta alardear de nuestra actividad y, de vez en cuando, nos escandalizamos encantados por el desastre nacional de los índices de lectura. Esto pasó de nuevo en los últimos días, cuando una influenciadora de las redes sociales electrónicas, que se defendía de los ataques que recibía por la ausencia de libros en sus estanterías, reivindicaba airada el derecho y la dignidad de los no lectores.

Y a mí me vino a la cabeza una conversación que mantienen en las primeras páginas de El último mohicano, la novela de Fernimore Cooper, el explorador blanco Ojo de Halcón y el indio mohicano Chingachgook. En ella, el hombre blanco se lamenta de la indecencia que supone escribir un libro sobre lo que se ha hecho o visto, en lugar de contarlo a viva voz en los poblados, de forma que nadie puede reprochar la mentira a un «cobarde jactancioso». Leer significa muchas cosas: viajar a otros lugares, otros tiempos u otras personas, sus mentes (la de Humbert Humbert o la de Tarzán; la de Madame Bovary o la de Ana Ozores). Es ampliar la visión, subir a la montaña, entender los idiomas. Es opcional. Hay mucha gente que no lee porque no tiene tiempo, pero poca que, por la misma causa, se abstenga de ducharse, comer o ver la televisión. Dice el Gobierno que el 70 % de los españoles leen un libro al trimestre, que la mayoría de los lectores son mujeres y que el 73 % de estas mujeres leen novela romántica. Pues bueno (libertad, libertad, sin ira libertad... tralará).