Eurovisión y la política

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

GEORGIOS KEFALAS | EFE

17 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La vocación apolítica de Eurovisión se ha convertido en un cliché que intenta camuflar lo inevitable. Desde los votos otorgados históricamente a países vecinos y naciones afines a las sanciones impuestas a quienes traspasan ciertos límites, la geopolítica condiciona el certamen y, en las dos últimas ediciones, ha provocado que la tensión se desbordara de forma inédita.

Como refleja la serie La canción, fue política la orden de Franco de ganar a toda costa en 1968 para granjearse el aprecio de Europa. También hubo un posicionamiento en la expulsión de Rusia en el 2022 apenas unas horas después de la invasión de Ucrania. En 1993, la proscrita fue Yugoslavia por la guerra de los Balcanes y, en el 2009, se invitó a Georgia a abandonar la competición porque la letra de su canción bromeaba sobre Putin. Se posicionó Madonna en Tel Aviv, en el 2019, cuando era la estrella invitada de la final y en su coreografía introdujo a dos bailarines abrazados con las banderas israelí y palestina en sus espaldas. Y fue una decisión política la que tomó la UER este mismo año al descalificar la primera propuesta de la televisión hebrea con una canción que evocaba la muerte de sus soldados. Cuando los espectadores hablan mediante el televoto y otorgan su apoyo masivo a Ucrania, en el 2022, o a Israel, en el 2025, no es la música lo que los mueve.