Un Ejército más diverso para un escenario geopolítico incierto

José Pablo Martínez

OPINIÓN

Javier Aparicio | EFE

24 sep 2025 . Actualizado a las 12:42 h.

En un escenario de amenaza creciente de Rusia en el flanco oriental europeo y en el que EE.UU. pretende priorizar su presencia en la región del Indo-Pacífico, a lo largo de los últimos meses estamos siendo testigos de un intenso debate acerca de la solicitud de la OTAN a sus Estados miembros de un mayor esfuerzo presupuestario en materia de defensa. En concreto del 5 % de su PIB, cifra a la que de momento, tal y como se comunicó en la cumbre de la Alianza Atlántica celebrada el pasado mes de junio en La Haya, no se compromete a llegar el Gobierno de nuestro país. Sin embargo, dicho debate se está centrando en el ámbito armamentístico y no tanto en el del personal militar, cuando parece evidente que tras una caída del 10 % desde el 2010, revertir esta tendencia resulta imprescindible para poder optimizar los nuevos sistemas de los que nos vayamos a dotar durante los próximos años.

En este contexto, resulta especialmente pertinente un aumento y rejuvenecimiento de los efectivos de tropa y marinería, «el músculo» de las Fuerzas Armadas, para lo cual probablemente resulte necesario echar la vista atrás y fomentar el reclutamiento de uno de los colectivos de mayor crecimiento durante la última década en España como son los inmigrantes.

Ya a comienzos de este siglo, en otro período de escasez de soldados a causa de la eliminación del servicio militar obligatorio y de una bonanza económica que daba trabajo bien remunerado a los jóvenes, se permitió la entrada a la escala de tropa y marinería de ciudadanos extranjeros, aunque únicamente a aquellos procedentes de América Latina y Guinea Ecuatorial en virtud de una afinidad cultural e idiomática que presumiblemente facilitaría su integración. Y, efectivamente, con la perspectiva que da el tiempo, puede considerarse que la medida cumplió con su cometido: los soldados nacidos en el extranjero ocuparon las vacantes existentes, a la vez que su desempeño resultó satisfactorio tanto a ojos de los mandos militares como de una opinión pública mayoritariamente a favor de su inclusión.

Ahora, más de dos décadas después, los inmigrantes pueden ser de nuevo una pieza clave en la necesaria revitalización del personal militar. Aunque en esta ocasión, a los nacidos fuera de nuestras fronteras, cuyo peso todavía está muy por debajo del que representan en el conjunto de la sociedad española, se le deben sumar los denominados «inmigrantes de segunda generación», aquellas personas nacidas en España, pero con al menos un progenitor extranjero.

Francia y Alemania, países con una mayor tradición migratoria donde ambos grupos tienen una representación en sus respectivas Fuerzas Armadas muy superior a la existente en España, pueden tomarse como un espejo donde mirar hacia un largo plazo en el que la diversidad del personal militar vaya pareciéndose cada vez más a la del resto de la sociedad. De tal manera, junto al incremento de soldados necesario para afrontar el nuevo escenario geopolítico, se ayudaría a fomentar en la ciudadanía, inmigrantes incluidos, una cultura de defensa históricamente poco desarrollada en España.