La decisión tomada hace cuatro años para dotar a las áreas sanitarias de Galicia de robots Da Vinci no pudo ser más acertada. Desde julio del 2021, estas máquinas de alta precisión se han usado ya en 11.500 operaciones, y en varios hospitales están continuamente operativas de lunes a viernes. Lo que iba a ser un avance importante, sobre todo para urología, se ha ampliado a casi todas las especialidades, y muy especialmente a las intervenciones en enfermedades oncológicas.
Hoy, los robots Da Vinci se están utilizando en cirugía general y digestiva, ginecología, urología, cirugía torácica, otorrinolaringología y cirugía pediátrica. En el Chuac de A Coruña se hicieron el año pasado 578 operaciones; en el CHUS de Santiago, 629, y el hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo es el que más usa su robot, con 696 intervenciones en el mismo período. Y eso, teniendo en cuenta que los robots solo se usan durante la semana, de mañana y de tarde.
Los doctores y los equipos clínicos que en tan poco tiempo han conseguido hacerse con esta nueva tecnología, revolucionaria en la sanidad, están encantados con ella y deseando emplearla más. Su principal argumento es que es más precisa que la mano directa del cirujano, llega a lugares difíciles sin problema, hace incisiones más pequeñas y menos dolorosas, y, por tanto, la recuperación del paciente es más rápida. En este adelanto con estas máquinas, que permiten tanta precisión y seguridad, no ha habido ni una sola queja, sino una predisposición total a aprender a utilizarla.
Entonces, ¿cuál es el problema? Muy sencillo: que se necesitan más robots Da Vinci, porque los cirujanos podrían aumentar el número de intervenciones, que es algo vital para los pacientes, y también bueno para la operatividad y la buena fama de la sanidad pública. Como expresó en La Voz el doctor Chantada, el Sergas se ahorraría a la larga mucho dinero. Y muchos casos oncológicos tendrían una respuesta más rápida y bien controlada.
Afortunadamente, la Xunta ya ha señalado que estudia ampliar el número de estas máquinas. Es cierto que el coste no es pequeño, porque cada Da Vinci supone una inversión aproximada de dos millones de euros. Y lo necesitan con urgencia Vigo, Santiago y A Coruña, por su nivel de población, pero también las áreas de Ourense, Lugo, Ferrol y Pontevedra. Se trata de acometer una inversión como la del 2021. Fue un éxito. Y esta, si se pone en marcha, también lo será.