De viejo, ¿dos veces niño?
OPINIÓN

En una sociedad occidental que envejece a marchas forzadas, la frase «De viejo, dos veces niño» cobra un nuevo significado. Según la OMS, el número de personas mayores de 60 años se duplicará en el 2050, lo que plantea nuevos desafíos y oportunidades en la forma de tratarles. Esta frase, popularmente empleada, tiene un origen literario atribuido a Platón y fue utilizada por William Shakespeare.
En esencia, su significado hace referencia a que, con el paso de los años, inevitablemente se van perdiendo facultades físicas y mentales, lo cual propicia que infancia y senectud tengan ciertas similitudes. No obstante, la connotación que adquiere, en una sociedad envejecida como la nuestra, es otra. Los estereotipos o prejuicios latentes actualmente ocasionan pensamientos erróneos y conductas negativas hacia los mayores.
Edadismo es un término acuñado en 1969 por Robert Butler, destacado gerontólogo, que hace referencia a una manera de pensar, sentir o comportarse de forma negativa hacia otras personas por razón de su edad y que afecta especialmente a las personas mayores.
La infantilización es una forma de maltrato encubierto. Una manifestación clara es el empleo de un lenguaje «edadista», también denominado «elderspeak», caracterizado por el uso de un tono de voz elevado, vocabulario simplificado, frases cariñosas exageradas y actitudes paternalistas. Emplear este lenguaje, a veces de manera inconsciente, creyendo que se mantiene el respeto que los mayores merecen, incrementa la percepción errónea de su fragilidad. Es un fenómeno que fomenta su dependencia, su aislamiento e incluso devalúa su autoestima. Otra idea errónea preconcebida es pensar que todos los mayores están enfermos, se sienten solos o son unos cascarrabias.
Los estereotipos y prejuicios sobre la vejez suponen una clara discriminación y limitan la comprensión de la gran diversidad y heterogeneidad del colectivo de personas mayores. Asimismo, funcionan como profecías autocumplidoras modulando la manera de envejecer. Por ejemplo, si damos por cierta la falsa creencia de que la soledad es inherente a las personas mayores y estas tienen que acostumbrarse a ella, nada se hará para ayudarles a afrontarla.
En resumen, tanto en el ámbito profesional como en la vida cotidiana, debemos pensar empáticamente que una persona mayor es la misma que fue durante toda su vida, pero con más años, mucha experiencia acumulada y con la capacidad de decidir que nos gustaría tener a cualquiera.
Haciendo esta reflexión, me vino a la mente la Guía del buen trato a las personas mayores de la doctora Fernández Ballesteros, publicada por la SEGG (1992), que dice: «La persona mayor quiere ser tratada como una persona, con respeto y sin hacer diferencias por razones de edad y poniendo en práctica todos los conocimientos, competencias y condiciones propias de la relación interpersonal. En ningún caso debe ser tratada como un niño, aunque presente condiciones de enfermedad o discapacidad.»
Esta máxima debiera ser transversal en la práctica diaria de los profesionales que prestan cuidados a las personas mayores y fomentar su formación continua para dar una atención de calidad basada en el respeto y la dignidad que se merecen.
Para finalizar, es fundamental sensibilizar a la sociedad y tomar conciencia de esta forma de maltrato que resta autonomía a los mayores en favor de un trato respetuoso y digno. Partiendo de políticas públicas que fomenten el envejecimiento activo, el empoderamiento y que preserven sus derechos, tal como promulga la OMS con el Plan Década del Envejecimiento Saludable (2020-2030), cuyo eje central son las personas mayores, tratando de aunar esfuerzos de gobiernos, sociedad civil, organismos internacionales, profesionales, instituciones académicas, medios de comunicación y sector privado, en aras de mejorarles la vida, así como la de sus familias y comunidades.