
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, realismo es una «forma de ver las cosas sin idealizarlas» lo que implica un conocimiento de base objetivo y sin influencias emocionales o personales. Pero, cuando se trata de la vida y el futuro de personas en situaciones extremas no es fácil atenerse a este principio, menos aún si estas se encuentran en un contexto bélico enquistado desde hace décadas. Es por ello que, el enésimo plan de paz anunciado a bombo y platillo para Gaza, tras el encuentro mantenido entre Trump y Netanyahu en Washington, no ha sido recibido con tanto entusiasmo por la población palestina como por los líderes mundiales. No son pocos los que, inmersos en la desesperación de una situación en la que ver amanecer un nuevo día es casi un acto de fe por no decir un milagro, han recibido con gran escepticismo un plan cuyos detalles desconocen. Muchos palestinos agradecerían incluso un alto al fuego de días, tan solo por descansar de una situación absolutamente insoportable.
Por lo que ha trascendido a los medios, esta propuesta de 20 puntos exige que Hamás libere a los secuestrados, entregue las armas, desmantele y destruya todas sus infraestructuras militares, en especial, la red de túneles, y abandone la lucha violenta contra Israel, un golpe de base a su propia razón de ser. Esta aceptación tácita de su derrota pondría en jaque su supervivencia y, por extensión los privilegios y supuesto prestigio social de sus integrantes. Pero, además, implicaría reconocer la solución de los dos Estados admitiendo el derecho de Israel a coexistir con los palestinos, cuestión, a priori, según los antecedentes históricos, inasumible.
En el bando israelí, muchos políticos de extrema derecha ya han manifestado que este plan que tiene muy buena pinta en el papel se sustenta en ilusiones irrealizables. Los partidos israelíes más radicales en los que se apoya el Gobierno de Netanyahu ya vislumbran la desaparición de Hamás, una Gaza libre de palestinos y la ocupación de un territorio que comenzaría a dar cuerpo al sueño del gran Israel. Ceder, precisamente ahora, cuando Gaza está completamente arrasada y los palestinos sumidos en la más absoluta miseria es totalmente inadmisible.
A la espera de la respuesta Hamás, la cual será resultado de un difícil debate interno entre los mandos que han sobrevivido hasta la fecha y que, pese a la expectativa generada tras sus declaraciones más recientes, podría no ser positiva, se suceden las declaraciones de apoyo a un plan que solo busca su rendición.
No son pocos los que consideran que solo es una cortina de humo para «limpiar» la imagen de Netanyahu quien gana tiempo mientras sigue atacando a los palestinos. Entre tanto, Trump, en su realidad paralela, presume de capacidad negociadora e influencia sobre Israel, confiando tener éxito donde muchos antes que él fracasaron tras creer ver un espejismo de paz.