
La suerte de la flotilla solidaria que intentó llegar a Gaza ha acaparado la atención pública. Directos en internet, señales de vídeo, tertulianos pontificando en tiempo real... A la audiencia, a los ciudadanos, les ha interesado mucho. Y eso invita a una reflexión: ¿saben detectar nuestros políticos cuando la opinión pública ha virado? En el caso de Israel y Palestina tengo muchas dudas y algunas certezas.
Es obvio que el Gobierno de Netanyahu (y los de sus antecesores) son maestros de la propaganda, en sus formas antiguas y en las muy modernas. En las antiguas se incluye el lobismo. Hay figuras públicas en Madrid o en Washington que deben favores a Tel Aviv. Y el régimen se los cobra.
Las hemerotecas recordarán a los que se burlaron de los activistas que pusieron sus vidas en peligro para frenar una masacre. A los que relativizan un genocidio rechazado por la mayoría de los españoles. Un dato. Ayer no hubo clase en muchos centros educativos de Galicia. Fue por Gaza.
El viento está girando. También en Estados Unidos. Hasta Trump lo sabe (y de ahí la filtración de la escena de la Casa Blanca con Netanyahu). Se ve en las redes, en las encuestas. Lo publica el New York Times. Por primera vez desde 1998, hay más estadounidenses que se decantan del lado palestino en vez del israelí (cae incluso el apoyo entre los republicanos). La tendencia es clara. La clásica narrativa de los sionistas ya no se sostiene.