La firma

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

Alex Brandon | REUTERS

05 oct 2025 . Actualizado a las 12:00 h.

No me deja de llamar la atención ver firmar a Donald Trump; no lo hace con una pluma aristocrática de marca heráldica, sino con ese rotulador grueso de tinta negra, concentrado displicentemente en el trazo y mostrándolo al respetable al acabar como quien corta dos orejas al acabar la faena. La grafología la consideraría una declaración visual de su personalidad: gran tamaño, ángulos agudos y un aspecto ilegible.

Esa desproporción es un signo de autoafirmación, orgullo y alta autoestima. Es el trazo de alguien que tiene la necesidad de ser visto y ocupar un lugar destacado. Es una llamada de atención. La prominencia de las letras capitulares D y T apunta a un hombre orgulloso de su linaje y seguro de sí mismo.

El tamaño del rotulador y la presión que ejerce al firmar son los de una personalidad rotunda, con voluntad y determinación de dejar una huella indeleble para la historia.

El trazo de líneas rectas y ángulos agudos dice mucho de un carácter combativo, de una persona que disfruta compitiendo e inflexible en sus opiniones, con una fuerte determinación en alcanzar sus objetivos.

Trump firma apretando y sin levantar el rotulador, lo cual es signo de intransigencia y deseo de controlar su entorno.

Que sea ilegible también dice cosas del presidente, de un hombre reservado y secretista a la hora de expresar sus verdaderos deseos. La imagen que ofrece al mundo con esa rúbrica audaz y ampulosa trasluce un yo interior que se quiere ocultar y mantener protegido.

La firma de Donald Trump es un autorretrato gráfico de los rasgos que definen su carrera: confianza abrumadora en sí mismo, ambición audaz, voluntad de hierro y una necesidad imperiosa de mostrar su cetro de mando. Es un «encefalograma del ego» que berra donde bastaría con susurrar, marcando una presencia imposible de ignorar.

Al mundo le llama la atención el peinado imposible y panocho de Donald, pero hay detalles más significativos de la personalidad de este hombre: su gusto por la ostentación, las paredes de mármol, la madera exótica que cubre sus casas, el séquito de mujeres tuneadas y elegantes que le rodea y su admiración por la pompa y el boato de la monarquía inglesa, como se pudo comprobar en su reciente visita al Reino Unido.

Pero, aún con todo, de vez en cuando se atisba su condición de Gatopardo, que, junto a toda la parafernalia que le rodea, se plasma en la firma y ese rotulador gordo con que la ejecuta.

Eso jamás lo haría ningún rancio aristócrata de los que tanto admira. Cuestión de clases.