Ataque a la sinagoga de Mánchester

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

Hannah McKay | REUTERS

08 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El atentado terrorista a la sinagoga de Mánchester, que se saldó con dos muertos y cuatro heridos, ha sido un evento lamentable, pero no debería de habernos cogido por sorpresa, a la vista de la complicada situación en Gaza. Coincidió con la celebración religiosa del Yom Kipur —el día más sagrado para los judíos— y puso en alerta a toda la comunidad.

Según Community Security Trust, una organización sin ánimo de lucro que tiene por objetivo proteger a los judíos británicos de ataques antisemitas, en lo que llevamos de año se han producido más de 3.000 episodios de sentimiento antijudío, frente a los 4.000 del año pasado. Demasiados, pero quizá no tantos como en otras circunstancias históricas hubieran tenido lugar, gracias al buen hacer preventivo de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad estatales, o simplemente a la suerte. En cualquier caso, siempre es muy triste que mueran personas debido al odio.

En esta ocasión han sido dos las víctimas mortales a consecuencia del ataque a la sinagoga de Manchester por un hombre de origen sirio que llevaba residiendo en Gran Bretaña desde su infancia.

Francia es otro país que también sufre de manera regular ataques antijudíos. En agosto del año pasado, un incendio de una sinagoga en La Grande-Motte pudo haber desencadenado una gran tragedia, algo que, afortunadamente, no tuvo lugar.

No serán pocos los que consideren que estas agresiones son el peaje que los judíos deben pagar por la masacre que Netanyahu y quienes le apoyan están provocando en Gaza. Pero lo cierto es que, al igual que gran parte de la población israelí no está de acuerdo con el Gobierno de Tel Aviv, muchos judíos que viven en el extranjero tampoco lo apoyan.

Las generalizaciones, la ignorancia, pero sobre todo la rabia y la impotencia que generan las justicias, siempre están detrás de ataques tan desesperados como brutales a víctimas desprotegidas.

Por desgracia, en España no hace tanto tiempo que vivimos las terribles consecuencias del fanatismo que genera el odio y la sinrazón. Por esta experiencia sabemos que cuando se pierde el diálogo solamente hablan el dolor y la sangre.