
La atención primaria no debería prescindir de la experiencia; en un contexto de escasez de médicos, garantizar la continuidad asistencial se vuelve cada vez más difícil. Ante esta realidad surge una propuesta que merece consideración: permitir que los profesionales puedan prolongar su actividad más allá de la edad de jubilación, hasta los 72 años. Actualmente, esta opción voluntaria solo se extiende hasta los 70. No se trata de una medida destinada a resolver el déficit de facultativos; su impacto cuantitativo sería limitado. El objetivo es preservar el saber clínico adquirido y la relación de confianza entre médico y paciente, elementos esenciales para una atención de calidad.
Los vínculos estables constituyen la columna vertebral de la atención primaria. La relación médico-paciente garantiza coherencia, seguimiento integral y prevención de complicaciones. Sin embargo, cuando un médico se jubila o deja de ejercer y no se designa de inmediato a otro profesional que asuma de forma continuada la atención de sus pacientes, estos quedan privados de una figura de referencia. En tales circunstancias, el cupo suele cubrirse con ampliaciones horarias de varios médicos; esto genera una atención fragmentada: cada día los pacientes son atendidos por un profesional diferente. Esta falta de continuidad debilita el vínculo asistencial y afecta la calidad del seguimiento. Permitir que los médicos continúen hasta los 72 años facilitaría la atención sostenida por parte del mismo profesional, reforzando la confianza y asegurando una mayor coherencia clínica.
Esta medida debería ser siempre voluntaria y transitoria, reservada a quienes conserven un estado psicofísico adecuado y la motivación necesaria. Para quienes temen que un profesional prolongue su actividad sin reunir estas condiciones, cabe ofrecer tranquilidad: la exigencia que implica ejercer la medicina de familia a esta edad actúa como un filtro natural. Solo quienes mantienen el compromiso y la energía suficientes optarán por continuar. Con una planificación adecuada, esta posibilidad podría reforzar la calidad asistencial, la estabilidad de los equipos y servir de apoyo a la formación de médicos más jóvenes. El conocimiento acumulado no solo se refleja en la atención directa, sino también en la transmisión de hábitos de trabajo, valores éticos y buenas prácticas.
No todos comparten esta visión. El Foro de Atención Primaria ha manifestado sus reservas; sus planteamientos son legítimos y merecen atención. El debate se reavivó tras la presentación, en abril del 2025, de una proposición no de ley que planteaba la posibilidad de prolongar la actividad médica hasta los 72 años. El foro expresó entonces sus dudas y, recientemente, su rechazo a la medida. Precisamente por ello, cualquier prórroga debe sustentarse en el rigor, la voluntariedad y una planificación clara que garanticen la seguridad de los pacientes y la equidad entre profesionales. Esta propuesta no debería obstaculizar la incorporación de nuevos médicos, indispensables para asegurar el relevo generacional; su valor es principalmente cualitativo, al conservar la trayectoria profesional mientras se acompaña a la siguiente generación.
Así, la continuidad no se limita a la atención directa, incluye también la transmisión de conocimiento y el fortalecimiento institucional. No pretendo polemizar con el Foro de Atención Primaria, mi intención es más bien invitar a la reflexión.