Un modelo de cuidados «low cost»

OPINIÓN

EUROPAPRESS

15 oct 2025 . Actualizado a las 10:11 h.

La mayor amenaza que provoca el envejecimiento es la soledad y la dependencia, que ya están generando muchos miedos, no pocos problemas y algunas controversias. Con los datos actuales y las proyecciones demográficas a 10, 15 y 25 años no cabe duda de que el aumento de la esperanza de vida supone una de las transformaciones sociales más profundas de la historia de la humanidad. El reto es económico, sanitario, social, político y, sobre todo, ético.

Si no queremos un naufragio colectivo deberíamos estar siendo mucho más proactivos a la hora de estar generando estructuras de cuidado creativas, eficientes, solidarias y dignas. El actual sistema de atención a las personas en situación de dependencia funciona a trancas y barrancas. Es una evidencia clamorosa que adolece de muchos problemas, que hay fuertes desigualdades y, por tanto, que existe mucho margen de mejora.

El sistema se sostiene en buena medida gracias a algo que no aparece en los presupuestos de ninguna institución: la vocación y el compromiso. De muchas familias, no todas (algunas porque físicamente no pueden; otras porque pasan olímpicamente de sus mayores, aunque no de las herencias). Pero hoy quiero detenerme en los trabajadores de nuestros geriátricos, centros de día y atención domiciliaria, de manera especial en los del sector privado (lucrativo y no lucrativo).

Quiero hablar de esas auxiliares que doblan turnos porque «no hay quien lo haga». De los terapeutas que siguen buscando la sonrisa de quien ya apenas responde. De las enfermeras que se quedan un rato más porque la noche se complica. De la trabajadora social que, aun estando de vacaciones, se pasa por el centro porque saben que hay un problema. Del personal de limpieza, que tanto pasa la mopa como alegra las mañanas con sus canciones. Y así sucesivamente. Esa entrega que no se contabiliza es la que está manteniendo en pie un sistema que de otro modo colapsaría.

Y eso, merecedor de reconocimiento y elogio, es también una trampa. Porque cuando la vocación y el compromiso sustituyen a los recursos y tapan las grietas estructurales del sistema, la precariedad se normaliza y el sistema se acomoda. Necesitamos reconocer esa vocación y compromiso, pero no usarlas como excusa para sostener un modelo low cost. Solo así podremos decir que cuidamos con calidad y dignidad.