Las profesiones son importantes. La pureza intransitada de la subjetividad se anuncia cada día consciente de que le aguarda una cierta lógica entre la, a veces caótica, realidad circundante. El ser que nos constituye no conoce lo que se va a encontrar cuando despierte, por eso se tarda un rato en saber dónde nos hallamos cuando abrimos los ojos por las mañanas. Algunos van a su oficina, otros a construir casas, arar la tierra, resolver un pleito, enseñar a leer, servir cafés, limpiar hoteles, practicar la cirugía, etcétera.
Hay una profesión que consiste en transportar personas en un coche, llevarlas a donde elijan. A los que hacen esto se les llama taxistas, y puede ser que no siempre les reconozcamos la importancia de su labor; estos profesionales pueden llegar a convertirse en la prolongación del «espíritu del lugar», ya que transmiten vibraciones precisas. En ocasiones, te informan de las previsiones meteorológicas, formas de vida, minucias de la alcaldía, condiciones económicas, etcétera; si son alegres te hacen disfrutar de la estancia, comparten contigo el alivio de que ya estás en el destino trazado, o que, por fin, te vas de allí, a pesar de la dureza del trabajo que para ellos consiste en soportar el tráfico, o el parloteo, que debe sonar absurdo, de los ocupantes de su vehículo cuando no les prestan la menor atención.
Algunos taxistas se esmeran por equilibrar el grado e intensidad de la interacción si eliges conversar con ellos; auxilian en desastres naturales, trasladan a un ser vivo en apuros, van al hospital porque va a nacer un niño o porque ya ha nacido, presencian momentos delicados. Puede ser que solo dispongas de una hora para visitar un emplazamiento y este profesional te acompaña por los sitios principales para que captes lo esencial, o te lleva a la ópera mientras observas de soslayo los dibujos de tu vestido —el elegido para la ocasión—, contribuyendo la movilidad del vehículo a crear una belleza inaprensible mezclada con la satisfacción que experimentas al estar ahí; entonces lo que se presenta es una escena próxima a la elegancia, incluso puedes sentir que estás siendo transportado en volandas como si los instantes vividos perteneciesen a otra dimensión. Es un lujo que alguien vaya contigo a donde quieres ir, te dé la bienvenida o te despida cada vez que has decidido pulular por lugares, haciendo posible un modo distinto de percibir el presente ya que algo ha sucedido que altera lo cotidiano.