Leo una carta titulada La odisea de aparcar en el hospital de Vigo, en la que una trabajadora dice que debería ser un trámite llegar al trabajo, aparcar y empezar la jornada. También dice que cuentan con un aparcamiento público, pero solo para empleados; entonces, no es público. Y que como tardan en aparcar, eso conlleva retrasos en la llegada a los puestos de trabajo, repercutiendo en la atención de los pacientes. Y se queda tan tranquila. Espero que por parte de quien corresponda se tome nota y estos trabajadores, nada profesionales, tengan la sanción correspondiente. Aprovecho para decirles a esos empleados superprivilegiados, y en especial a los políticos y dirección del Sergas, que permiten que en suelo público y de todos solo puedan aparcar ellos, que es vergonzoso y antidemocrático que usuarios en general pero especialmente los minusválidos y personas con movilidad reducida tengamos que aparcar, pagando, a cientos de metros del hospital. Los usuarios no queremos privilegios, los aparcamientos en suelo público tendrían que ser igual para todos: trabajadores, enfermos y sanos. Manolo Díaz. Culleredo.
Del susto al villancico
Ni tiempo para digerir Halloween y ya estamos rodeados de renos, luces y turrones. Pasamos del miedo a los fantasmas al terror de mirar la cuenta bancaria. El 1 de noviembre aún olía a cera y ya sonaba Mariah Carey en el supermercado: la Navidad ha decidido llegar antes que el frío. El calendario ya no se lee, se consume. Cada año empieza un poco antes, porque cuanto antes empiece, antes compramos. La magia del espíritu navideño… perfectamente planificada por el departamento de márketing. En los escaparates, calabazas y papás Noel se dan el relevo sin pudor. Y mientras tanto, nosotros practicamos el deporte nacional: quejarnos del exceso y, acto seguido, añadir al carrito el «último descuento del año». A este paso, el próximo Halloween lo celebraremos disfrazados de Reyes Magos. Janna Felip Blanquer. Barcelona.
Diálogo y pistolas
El señor Otegi nos sorprende cuando manifiesta que los agentes debieran dialogar más y sacar menos las pistolas, o no hacerlo fácilmente. Al margen de que lo que dice es una falacia, hay que decirle que solo lo hacen cuando peligra su integridad física o la de los ciudadanos. Tonterías y gracias las justas, más le hubiera valido decir eso en su día a sus huestes, que fueran dialogantes y no usaran tan fácilmente las armas que tanto dolor y muertes ocasionaron, e incluso a los «nuevos reclutas» que ya van dejando su huella. Siguen sin pedir perdón ni arrepentirse y eso también es diálogo. Ángel Santamaría. Bilbao.