Conocí a Serafín Díaz Regueiro en 1967-68, cuando yo trabajaba en Bazán Ferrol en el B/T (buque tanque) Eso Castellón y él en la Comandancia de Marina de A Coruña, como ayudante del inspector de buques. Juntos iban a Ferrol para realizar las pruebas de elementos y equipos que se referían a la seguridad marítima, como la estanqueidad de sus tanques, antes de su primera salida a la mar. La Inspección de Buques emitía en nombre de la Subsecretaría de la Marina Mercante Española el Certificado Internacional de Seguridad de la Vida Humana en la Mar.
En aquellos años, España era el segundo constructor de buques del mundo después de Japón, y Astano fabricó los mayores barcos botados en grada, la serie del B/T Arteaga, por lo que podemos suponer el conocimiento que tenía Serafín tanto en estructura como en máquinas, que era su especialidad.
Dejé de verle en 1971 al abandonar mi trabajo en Bazán y, cuando, ya como director de Marina Mercante, visité la Capitanía Marítima de A Coruña, en el año 2000, mi sorpresa fue encontrarle medio relegado. Sus compañeros licenciados en Marina Mercante que habían entrado en la oposición convocada en 1992, como consecuencia de la ley de puertos de ese año, lo habían hecho con Nivel 24, mientras que Serafín, que procedía de la administración militar, al integrarse en la civil lo hacía con el nivel 20 que tenía desde el principio. Son cosas que pasan…, pero Serafín era el mismo y con sus conocimientos de siempre. Era humilde, prudente y paciente.
Pero su buen hacer no había cambiado. Cuando tuvimos la preocupación de que el B/T Prestige iba tirado con una cierta dificultad por un remolcador de escasa potencia y no disponíamos de otro para alejarlo más deprisa de la costa gallega, el capitán marítimo Ángel del Real me propuso intentar arrancar el motor principal del barco y me dio el nombre de Serafín, buen conocedor de los buques, su máquina su estructura, para intentar hacerlo. Recibió mi conformidad y aceptó sin dudarlo, aun cuando sería la primera vez que se descolgara de un helicóptero y tenía 67 años. Serafín aceptó su riesgo y yo el mío. Pero todo salió bien, arrancó el motor principal y, gracias a un hombre valiente, el Prestige se alejó de la costa gallega más rápidamente.
La experiencia de descenso desde un helicóptero debió ser de su agrado, pues a los pocos días, el 18 de noviembre, lo repitió con el capitán marítimo y con Francisco Alonso, que eran quienes tenían experiencia en ese cometido, cuando bajaron al buque para tratar de encontrar el diario de navegación, lo que sería de utilidad para el consiguiente procedimiento legal que ya esperábamos. No encontraron ninguna documentación y abandonaron el buque, pues ya empezaban a temer por un próximo hundimiento, como sucedió en las primeras horas del día 19 de noviembre. Serafín fue el último en abandonar el barco. Unos días después, la documentación fue hallada en el mar, alguien habría tenido interés en que no la encontráramos. Es triste, pero esa actitud de dudosa integridad es frecuente en algunas gentes de la mar que se ven en apuros.
A los pocos días, el ministro Álvarez-Cascos nos visitó en la Capitanía Marítima y cuando le presenté a Serafín le saludó con el apodo de «el héroe del Prestige» y le dio las gracias con un largo abrazo.
Se retiró siendo el Capitán Marítimo de A Coruña y creo que esos últimos años fueron para él de gran felicidad y orgullo. Otro momento especial lo vivió en Ferrol, cuando le invité a la presentación del libro Lo que nunca te habrán contado del Prestige y delante de sus compañeros y amigos pude contar algo de su actuación.
Resumo: fue un gran profesional, entregado y generoso sin límite, buena persona y gran compañero.
Muchas gracias, Serafín, por tu desinteresada entrega. Descanse en paz.