Tus datos no son lo que ves
OPINIÓN
Una de las imágenes más icónicas del Renacimiento fue la del grabado del rinoceronte de Durero, que llegó a figurar en los libros de historia natural. Pero la realidad es que Durero nunca llegó a verlo. En 1515, un rinoceronte indio fue traído a Europa como un regalo para el rey de Portugal. Ningún europeo había oído hablar de este exótico animal. Causó sensación. De camino a Roma, el barco en el que viajaba naufragó y el rinoceronte murió. Así que Durero lo pintó «de oídas», lo que generó inexactitudes como, por ejemplo, un cuerno adicional en la espalda. A pesar de esto, durante años moldeó la percepción europea.
Hoy tenemos múltiples «rinocerontes de Durero» modernos. En nuestras empresas, decisiones importantes se toman, sin saberlo, con datos que también están dibujados de oídas.
Si alguien te pusiese delante de una mina de oro y te dijera que es tuya, sin duda, la mimarías. ¿Por qué no hacemos lo mismo con los datos? ¿Falta de conciencia? ¿Falta de visión? ¿De presupuesto? La calidad de los datos ha sido históricamente subestimada: el 86 % de los directivos admiten tener activos valiosos sin explotar, siendo los datos el más frecuente. Y, sin embargo, hoy es más crítica que nunca. Según McKinsey, un 30 % del tiempo laboral se pierde por problemas de calidad de datos, y su mala calidad cuesta a EE.UU. 3,1 billones de dólares al año. Mientras tanto, la inteligencia artificial avanza a velocidad de vértigo… Pero no siempre con los resultados deseados.
Desde septiembre, con la Ley de Datos, cuidar los datos ya no es una buena práctica: es una obligación. Aviso a navegantes para los empresarios y consejeros: según Accenture, las empresas «listas para reinventarse» que han modernizado su base de datos y la combinan con IA generan un 2,5 veces más de crecimiento de ingresos.
Hay tres cosas que una empresa con visión ya debería estar haciendo. Primero: deja de tratar los datos como si fueran la letra pequeña. No son un tema para frikis del Excel. Son el nuevo oro, y como cualquier tesoro, necesitan vigilancia constante. Sin datos fiables, lo demás es humo (aunque venga envuelto en IA generativa).
Segundo: apuesta (de verdad) por tu gente. Prepara a tus equipos para que entiendan y usen IA con cabeza y criterio. El 70 % del éxito en IA depende de las personas y los procesos, no de los modelos matemáticos.
Tercero: el cambio no se lidera solo desde la tecnología. Esto no va de «que lo vea el departamento técnico». El consejero delegado, el de negocio y el tecnológico deben bailar la misma coreografía. Y no sirve marcar el paso desde la barrera.
Durero nos dejó una imagen falsa, aunque fascinante. Nosotros no podemos permitirnos ese lujo. Porque lo que está en juego no es una ilustración, es la realidad del negocio.
No se trata de dibujar mejor los datos. Se trata de ver, por fin, la realidad que esconden.