Mi día de furia

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

MONICA IRAGO

14 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuatro y cinco minutos de la tarde. En una cafetería monísima del centro de la ciudad una camarera muy sonriente y amable atiende a una clienta. «Un bocadillo Mariano», solicita la parroquiana. La moza sostiene, congelado, el gesto amabilísimo y corrige: «El bocadillo Mariano está en el menú de comidas; tiene que ir al menú de meriendas». «¿Pero hasta qué hora opera el menú de comidas?», inquiere la clienta. «Hasta las cuatro», aclaran la muchacha y su insobornable sonrisa. La señora se admira con la puntualidad londinense del local y explora con el engorroso código QR la oferta de meriendas. «Pues un bocadillo Rodrigo», concede. La empleada se instala en su sonrisa antes de amputar con crueldad el deseo de la mujer: «El bocadillo Rodrigo solo es en los desayunos». «Pero está en el menú de las meriendas», porfía la clienta. «Es que el menú es de desayunos y meriendas y el bocadillo Rodrigo es de desayuno», aclara, escrupulosa, la camarera. «Vaya. Pues un bocadillo Francisco». La moza acepta la indicación con una amabilidad inaudita pero, al segundo, frustra la paz que al fin se había instalado en la usuaria. «Hasta las cuatro y cuarto no se lo podemos hacer». «Pero son las cuatro y diez», constata la mujer. «Sí. Tenemos que esperar cinco minutos para hacerlo».

Mientras la clienta abandona la cafetería monísima del centro de la ciudad tras cancelar el bocadillo Mariano, el bocadillo Rodrigo y el bocadillo Francisco, en su cabeza calcula si la furia que la habita en ese momento es un nuevo sofoco menopáusico o una reacción saludable a la estupidez de la new wave hostelera. Con un hambre de tolos, corre hacia un bar destartalado en el que tararea una tragaperras y dormita un tortilla de patatas que habita en la vitrina desde el desayuno. Se la sirven en un plato descascarillado. Le sabe a gloria. Y son las cinco menos cuarto.