Ensayos clínicos en oncología: cuando la esperanza se convierte en generosidad
OPINIÓN
En la confluencia de un diagnóstico oncológico, la frase «ensayo clínico» despierta una mezcla de temor y esperanza. Para el paciente y su familia puede sonar a última oportunidad o a salto al vacío. Sin embargo, en esa decisión de participar, a menudo tomada en el momento de mayor vulnerabilidad, reside una de las virtudes más profundas del ser humano: la generosidad.
Es crucial ser honestos: un ensayo clínico no es una terapia milagrosa, es una investigación. En los ensayos clínicos, aunque busquen nuevas formas de tratar el cáncer, el objetivo principal no es la curación individual e inmediata, sino generar conocimiento. Son imprescindibles para que un fármaco demuestre ser seguro y eficaz antes de llegar en el futuro a todos los pacientes.
Este proceso es riguroso. Organismos como la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, en España, o la European Medicines Agency, a nivel europeo, supervisan cada paso (fase I para seguridad, fase II para eficacia y fase III para comparar con el estándar).
En oncología, la mayoría de los ensayos se realizan con nuevos fármacos, el área más dinámica y prometedora en la lucha contra el cáncer. A diferencia de otras especialidades, donde participan voluntarios sanos, aquí los protagonistas son pacientes en distintas etapas de la enfermedad. Por eso, el verdadero beneficiario es la sociedad: los pacientes del futuro. Y la mayor virtud de quienes participan es la generosidad. Aunque en ocasiones pueden obtener un beneficio personal al acceder a un tratamiento innovador, esto ocurre muy raramente. Es esencial equilibrar la esperanza con la realidad para evitar falsas expectativas y frustraciones. La esperanza es poderosa, pero puede ser un arma de doble filo. Es humano aferrarse a un ensayo como una «bala de plata», pero la realidad es que la mayoría de los fármacos en prueba no son milagrosos. Son un paso más en un camino muy largo, el camino del conocimiento.
Por eso, la labor de los equipos médicos al explicar esto es vital. Deben equilibrar la esperanza con la realidad, sin falsas promesas e ilusiones. Porque el paciente que acepta participar, sabiendo que el beneficio personal puede ser incierto o incluso nulo, está haciendo un regalo incalculable a la sociedad.
En los hospitales de Galicia, decenas de pacientes toman esta decisión cada año. Son nuestros vecinos, tíos o amigos. Y su participación es un acto de altruismo puro. Ojalá se incremente el número de ensayos clínicos y de pacientes incluidos porque sería reflejo de una sociedad generosa, avanzada y que apuesta por la investigación y adelantarse a los tiempos.
Cada paciente que firma un consentimiento informado está contribuyendo a un edificio científico que salvará vidas mañana. Está convirtiendo su esperanza individual en progreso colectivo. En un mundo que avanza gracias a la colaboración, ellos son la prueba silenciosa de que la generosidad es, y siempre será, el verdadero motor de la medicina.