El intenso debate político del pasado miércoles en el Congreso sirvió para que Pedro Sánchez cargase contra los gobiernos autonómicos del PP, cuyo líder, Alberto Núñez Feijoo, y también el de Vox, Santiago Abascal, replicaron con la denuncia de casos de corrupción atribuidos al Ejecutivo y al PSOE.
Sánchez pronunció un discurso de una hora en el que descartó toda autocrítica. Enfrente, Alberto Núñez Feijoo volvió a reclamar unas elecciones anticipadas porque, dijo, «aunque se resista, su tiempo se ha acabado y volverá a ser el momento de los españoles».
Pero Sánchez afirmó que la legislatura sigue y acusó a los principales barones del PP de mala gestión, corresponsabilizando a Feijoo. Luego despreció el tipo de oposición «destructiva» e «inútil» del líder popular, y afirmó que Feijoo ha evidenciado el grado de enemistad personal y política al que han llegado cuando afirmó: «No cuente usted conmigo para nada».
El presidente del PP atribuyó a Sánchez el haber degradado poco a poco el horizonte del país hasta ubicarlo en una «crisis moral» histórica, y acusó a sus socios (PNV y Junts) de haber «normalizado lo inaceptable».
Los aliados que le quedan a Sánchez en el Congreso tampoco le regalan siempre los oídos. La portavoz de Sumar le recordó varios asuntos pendientes y Gabriel Rufián y Miriam Nogueras mantienen sus exigencias. Y Pedro Sánchez lo sabe.