El País Vasco informará sobre la procedencia de los detenidos en aras de una mayor transparencia. Y tal medida ha encendido el debate político con acusaciones incluso de racismo. Hay dos cosas ciertas: una, los inmigrantes no vulneran más la ley que un ciudadano de Albacete o Astorga. Otra, que de hacer caso a los críticos con la medida vasca a este paso no se va a poder informar de nada.
Cuando los periódicos dan noticia de un fallo judicial, excepto de los de los políticos, deportistas y adláteres, ya se tiende a ocultar hasta las iniciales del condenado. Con pinzas, se dice en un caso de violación que el (supuesto) violador tiene la piel oscura (¿hay que explicar que eso no le hace ni mejor ni peor que nadie?). A este paso va a ser pecado civil informar que ha sido detenido en Lugo un sevillano. Quizá sea mejor decir un hombre del sur, porque afirmar que es andaluz sería estigmatizar a los andaluces. Cuando en la guerra de desintegración de Yugoslavia un individuo fue apodado «el carnicero de los Balcanes», a este periódico llegó una queja del gremio de los carniceros, que se sintieron ultrajados. Y cuando en el mismo escenario se publicó que el ideólogo de la limpieza étnica en marcha era psiquiatra, la protesta procedió de los psiquiatras.
A este paso los periódicos no podremos decir que un delincuente fue capturado vistiendo una camiseta del Barça. Así que igual una solución será no informar de nada, que es, claro, lo que quieren por un extremo quienes critican la medida del País Vasco y, por otro, Trump, Putin, Maduro, Daniel Ortega, Abascal y compañía. Y los lectores en la inopia, para alegría de todos los citados. Sí, el periodismo es más necesario que nunca. Aunque haya que decir que un delincuente es magrebí o de Mérida.