Ahora que estamos con los cincuenta años de la muerte de Franco hay un enfoque novedoso para escrutar cómo ha cambiado España en este medio siglo que pasa por la cafetería de El Corte Inglés, por su planta de novedades, por sus primeras escaleras mecánicas y hasta por los pasadores de corbata de sus encargados. Paqui, la mujer de Cerdán, nos completa la excusa porque, en su afán por gastar y gastar en los almacenes fundados por Areces y Rodríguez en 1952, representa toda una época en la que El Corte era mucho más que una tienda y por sus ascensores subían los que ya lo habían hecho en la escala social y encontraban en sus paredes cerradas a la ciudad y en sus pasillos laberínticos la certeza de que iban por el buen camino. Paqui llega tarde a la época en la que las señoras de Serrano y las que aspiraban a serlo trasegaban con la tarjeta de El Corte Inglés mientras sus maridos hacían negocios en la cafetería, en un retrato revelador en el que brillaba el éxito y se ocultaban las miserias del modelo. Hasta en esto es chusca la historia de Cerdán, porque hoy los que se dedican a gastar y gastar como Paqui han diversificado sus objetivos. Pero hubo un tiempo en el que la historia de España pasaba entre el supermercado y la planta de caballeros de El Corte, y un encargado de estos grandes almacenes vivía en su cargo con más aires que un ministro. Cuando el 12 de septiembre de 1975 Ramón Areces inauguró la tienda de Vigo, la primera de Galicia, todo el país entendió que la ciudad ganaba una batalla nacional y que la apuesta era la prueba de su músculo. Desde sitios como Ourense acudíamos al Corte Inglés con una devoción capitalista arrolladora que hoy devuelve a nuestras vidas la inefable Paqui. Al menos, lo nuestro era legal.