Tomé, Salazar y cosas que no cambian

M.ª Carmen González Castro
M.ª Carmen González VUELTA Y VUELTA

OPINIÓN

LAURA LEIRAS

12 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La percepción del acoso, sobre todo del sexual, ha cambiado con el paso de los años, pero quizá no tanto. Son muchas las mujeres que pueden relatar comportamientos por parte de algún compañero que hace veinte años las hacía sentir incómodas. Comentarios y gestos de los que sabrían defenderse en la calle o en un bar, pero de los que no era tan fácil escapar cuando se producían en el entorno laboral. Y, sobre todo, era muy excepcional que a alguna se le pasase por la cabeza llevar ese comportamiento al departamento de recursos humanos, y mucho más excepcional a un juzgado.

Llegados al 2025, la percepción ha cambiado y cualquier mujer sabe que no tiene que aguantar ninguna referencia a su escote, a su aspecto físico y mucho menos consentir cualquier tipo de contacto o insinuación. Pese a ello, queda mucho camino por recorrer. Si no han funcionado las herramientas puestas a disposición de las posibles víctimas en un partido como el PSOE, que tanto ha defendido los derechos de las mujeres, ¿qué estará ocurriendo en muchas instituciones y empresas?

En el caso Salazar se tomaron medidas porque salieron a la luz pública las quejas de las mujeres que tuvieron que soportar las insinuaciones y comportamientos, en la mismísima Moncloa, de un asesor del presidente. Pero si es cierto que, como apuntan algunas fuentes, la propia estructura del partido frenó y tapó las denuncias, incluso tras hacerse públicas, para poder rehabilitar a Paco Salazar con mayor rapidez, entonces el problema es todavía más grave. Defensa de la mujer de puertas afuera, comportamientos machistas hacia dentro.

En el caso de Lugo, conocido el martes por la noche, el PSdeG actuó con más rapidez porque la publicación de las denuncias tampoco dejó muchas más opciones, habiéndose visto en el caso Salazar que dejar pasar el tiempo ya no es una solución.

Claro que el hecho de que Tomé se sacase de en medio ha dejado una situación kafkiana desde el punto de vista político: un cargo que dimite de algunas responsabilidades tras ser denunciado por acoso, una Diputación dividida en dos en donde la llave para cualquier votación la tiene... ¡el que dejó la presidencia tras ser denunciado por acoso!

Es cierto que Tomé fue elegido por los vecinos de Monforte y en virtud de esos votos tiene la alcaldía y, en consecuencia, un acta en la Diputación; que esos votos llegaron a él bajo las siglas del PSOE, y que aún no ha sido juzgado. Pero si ha decidido renunciar a la presidencia del ente provincial y a la militancia en el partido «para defenderse mejor», ¿por qué no es consecuente y deja también el acta y la alcaldía? ¿Por qué se mantiene como llave en la Diputación de Lugo? ¿Quizá porque se trata de un ente cuyo presupuesto para el próximo año sumará 135 millones?

Tomé ha hecho un ejercicio de equilibrio político, en el que vende que se marcha pero en realidad conserva un gran poder. Su decisión hace daño al PSdeG, pero las que quedan ahora condenadas a hacer un verdadero ejercicio de equilibrio son las víctimas que se atrevieron a denunciar. Las cosas no han cambiado tanto.