La lectura que más está calando de las elecciones en Extremadura es el mítico «no sabéis votar», que en Galicia conocemos muy bien. Los partidos que pierden no hacen autocrítica y resumen los datos con un ataque a los votantes que no los quieren. Les dicen: estáis equivocados. Aquí es un clásico del Bloque, que suele afirmar que el voto mayoritario al PP es de gallegos que no quieren a la Galicia auténtica, la que solo representan ellos. Un voto cautivo del poder popular. Lo mismo ha hecho el PSOE en Extremadura. Los electores que se les escaparon, muchos de ellos al PP, no supieron elegir el progreso que solo los socialistas representan. Es más, encima se escoraron al voto ultra y radical de Vox. Es una manera absurda de analizar el resultado. Es no reconocer lo que está pasando en España. Se empieza a consolidar una mayoría de derecha que ronda el 60 por ciento de los votos, una barbaridad. Los famosos tres quintos que en democracia sirven para los grandes cambios. Si ese 60 por ciento fuese del PSOE con sus aliados de cualquier tipo estaríamos ante una España idílica que elige lo correcto. Pero, como la diabólica y abrumadora suma sale de las papeletas del PP y Vox, estamos ante el desastre.
En medio de esta España polarizada, una de las dos Españas ha de helarte el corazón, el rey Felipe VI intentó desde la sala de las columnas del Palacio Real convencer a los ciudadanos de la evidente necesidad de cuidar la convivencia. La democracia no es un regalo. Hay que ganársela cada día. Tiene razón. Lo que dudo es que su mensaje haya calado. El lunes 15 de diciembre, Sánchez, con una anticipación brutal, hizo su balance del año. Una auténtica maravilla. Cumpliendo, lo llamó. Feijoo lo hizo el lunes 29 de diciembre. Todo lo contrario, claro. Sánchez convertido en un movimiento casi religioso, el sanchismo, nos lleva al desastre. Los dos extremos. Pocas ganas de convivencia se advierte en los mensajes de los dos grandes partidos. Pero es que con las palabras frescas de Felipe VI ya vivimos dos momentos estelares de buen rollo entre los que dictan el relato en este país: los políticos, pero también los famosos. Por un lado, el ministro Óscar Puente, que no suele hacer honor a su apellido tendiendo puentes, calificó una primera página de un periódico que no le gustó, con Sánchez enseñando el palacio de la Moncloa, como un trabajo dictado por un director que es «el facha más paleto». El nivel del debate político en España, otra vez en máximos. Hablaba de Paco Marhuenda. Desde la izquierda también irrumpió buscando convivencia el famoso cantante Víctor Manuel. Como hay expertos politólogos que dicen que hay votantes mutantes que pasan de elegir la papeleta de Podemos, o IU, o Sumar, a pillar la de Vox, Víctor Manuel resumió a esos mutantes de forma diplomática: «Si eso pasa es que son unos gilipollas». De nuevo, el debate político por las nubes en España. La segunda acepción de convivir, según la Real Academia Española, es vivir en armonía, aunque seas un facha paleto o un gilipollas.