Decía un viejo socialista, Agustín Vega, en un artículo publicado hace un mes en La Voz: «La mayoría de los políticos carecen de ideología con lo que se ha conseguido que la actual casta política sea fácilmente intercambiable». Los hechos le dan la razón. Un dirigente del PSOE, edil en San Cibrao y diputado provincial ha cambiado en horas de censurar la sucesión baltariana («queren continuar coa dinastía intentando que o poder sexa unha herdanza») a caer en brazos de los dirigentes del PP: del subjefe («afíliome ó PP da man de Manuel Baltar co que sintonizo plenamente cas suas ideas e forma de facer política») y del auténtico boss («o enorme traballo desenrolado durante décadas por José Luis Baltar»). En días, pasó de criticar la política de Baltar a «sintonizar con sus ideas». Parece ciencia ficción. Irreal, Imposible. Pero es verdad. Llegó el abrazo que ayer publicaron los periódicos para mostrar la casta de los políticos intercambiables. Eladio Fernández, el de izquierdas, es ahora un ultrasur del PP. Y José Manuel Baltar, el de derechas, intenta convertir a su partido (que no el de Feijoo y Rajoy) en un bastión de la izquierda y el nacionalismo. Y esto no ocurre por azar. Ocurre porque Ourense (también Galicia) se quedó huérfana de referentes políticos, éticos e ideológicos. El PSOE recoge lo que sembró en el 91 cuando fichó a Pachi Vázquez, concejal del CDS en O Carballiño. Él fue uno de los primeros intercambiables. Cayó a la izquierda porque la derecha carballiñesa la tenía ocupada Miras Portugal. Y a partir de ahí fueron llegando al socialismo oportunistas de ocasión, sin honduras ideológicas, sin cultura ni decencia democrática. Uno de ellos, Eladio Fernández, desconoce, al igual que su mentor, el vicepresidente del Parlamento (¡vaya ejemplo institucional!) que el acta de diputado o de concejal la da el pueblo y se le entrega al pueblo. No es una prebenda. Esas son otras. Son las que da, con el dinero de todos, el nuevo jefe del ex mano derecha del líder del PSOE gallego.