Hay políticos que pasarán a la pequeña historia por gestos, frases, aciertos o fracasos. Reciente está la muletilla («¡programa, programa, programa!») del ex dirigente de IU, Julio Anguita al reclamar al PSOE de Felipe González una forma de gobernar basada en el programa que votaron los electores. Unos años más tarde, el presidente Feijoo dibujó una situación similar a la hora de defender sus decisiones al frente de la Xunta: «¡Gestión, gestión y gestión!». Así empezó a hacérnoslo creer en la primavera del 2009 cuando, al presentar a su gobierno, enfatizó en la premisa de relegar la filiación política al talento profesional. Así siguió ilusionándonos cuando un día rubricó algo que estaba en las antípodas de lo que había hecho Fraga: «Aquí ninguén atopará cuotas, nin de tipo persoal, porque a elección está fundamentada na capacidade, nin de tipo territorial, porque Galicia é única». Y a fuer de ser sincero, en los 14 meses que lleva al frente de Galicia, con sus luces y sus sombras, parecía ir en serio y que sus promesas eran distintas de las típicas y tópicas de los típicos y tópicos políticos. Pero ahora en Ourense (¿dónde si no enarbolar el dedo y el logo del PP?) empieza a descubrir su verdadera faz. Su gobierno pretende sustituir al presidente de Meisa por haber cometido el grave pecado de aceptar que sus virtudes profesionales (y hay unanimidad en que las tiene) fueran aprovechadas, para el bien de Galicia, por el gobierno bipartito. De nada vale que en sus 30 meses de gestión haya pasado de un déficit anual de 700.000 euros con el que se encontró en Manzaneda (una empresa pública cuyas pérdidas pagan los contribuyentes) a déficit cero. La promesa de Feijoo de primar la gestión y la capacidad, frente a la afiliación, es pura entelequia. Al más puro estilo baltariano, está dispuesto a sacrificar a un reputado profesional del sector turístico por un no menos reputado militante del PP en busca de un cargo como modus vivendi. Al tiempo.