Arden los sindicatos

OURENSE

08 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Me alertó un amigo por el móvil: «Arde sindicatos». El corazón me dio un vuelco; me rejuvenecí cincuenta años. Un sicario de la Internacional Burócrata, pensé, montó un cerillazo y mis ceboncillos sindicalistas se habían cabreado. Por fin se iban a ocupar, es su deber y obligación, de los cinco millones de tragedias que hay en España. Se iban a dedicar a defender a ese colectivo, un primor, que cada día nos recibe con alegría en la caja del supermercado a pesar de manejar veinte toneladas diarias de mercancía. Se iban a meter en la piel del camarero que nos sirve un café con la mejor de las sonrisas, cuando está hasta el gorro de trabajar horas y horas de pie. Iban a vivir los problemas del panadero que madruga como un gallo para que a las nueve de la mañana disfrutemos de pan crujiente y calentito. Al fin mis burócratas neofranquistas dejaban de ser parásitos vendidos al capital y se ocupaban, solidarios ellos, de los problemas de sus vecinos trabajadores. Me relamía de gusto cuando la realidad, prosaica ella, me bajó de la burra al llegar al parque de San Lázaro. Nada. Mi gozo en un poco; fue una colilla mal apagada.