En el hotel Barcelona la inmortal Lola Flores pasó de doncella a mujer gracias a las habilidades amatorias de un ourensano fogoso. Ahora unos burócratas ociosos pretenden, en ese edificio, hacer otro centro trinque para solaz de haraganes. No saben qué inventar para no trabajar. Lo que sí tienen claro es que, lo que se haga, sea con el dinero de los demás. Caloteiros, que son unos caloteiros. Tienen en Ourense 5 y sobran 4, pero de los dirigentes de las cajas no podemos esperar una decisión lógica pues, al autoadjudicarse salarios milmillonarios al año cada uno, está claro que se mueven en la sinrazón y la codicia. ¡Y las cajas no son de ellos, que son nuestras! Émulos del malhadado e ínclito Pachi Vázquez que, cuando conselleiro, llegó a ofertar hasta cinco centros de interpetación. No necesitamos más centros de ésos. ¿Qué pasa si nos quedamos con uno, vendemos cuatro e invertimos el dinero en economías productivas? Que, a lo mejor, podríamos dar la ayuda a los 15.000 dependientes a los que, por ley, les pertenece. Cuando me llamen de La Noria para interesarse por el nombre del primer hombre de Doña Lola en tierras ourensanas, con el dinero que me den voy a montar un Centro de Interpretación del Amor. ¡Nos faltan 150.000 ourensanos!