Realismo expresionista patético

jerónimo martel OURENSE

OURENSE

El Simeón muestra una antológica de Prego de Oliver

26 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

En el Centro Cultural de la Diputación y hasta el día 20 de febrero, se expone una muestra retrospectiva del pintor Manuel Prego de Oliver (Ourense, 1915 ? 1986). Ocupa las salas 1 y 2 del centro -prácticamente sus dos primeras plantas- y dura desde el 16 del corriente mes a la ya citada fecha del 20 de febrero, algo más de dos meses. Su comisaria Mercedes Rozas, crítica de arte y comisaria de exposiciones, comenta en el catálogo: «É o Prego de Oliver de sempre, que volve agora para recibir o homenaxe que lle faltaba: o da sua propia ciudade». Y, en realidad, este homenaje llega casi un cuarto de siglo después de su muerte, aunque -como suele decirse- nunca es tarde cuando la dicha es buena. A ese efecto, bien vale el colofón que añade Mercedes Rozas aludiendo a cómo Prego acuña una «memoria inscrita por derecho propio na historia máis recente da arte en Galicia».

Por otra parte, esta exposición viene a sumarse, coronándolas, a las grandes exposiciones de su vida, definitivas y definitorias de su arte. A cuyo propósito dice el crítico Antón Castro -en la prestigiada colección monumental sobre artistas gallegos de Nova Galicia Edicións-: «Pocos años antes de su fallecimiento, en 1986, en Ourense, Manuel Prego de Oliver pudo ver refrendada su amplia trayectoria pictórica en tres completísimas exposiciones monográficas que han servido para dimensionar el verdadero alcance de su obra en relación al arte gallego del siglo XX: las que le dedicaron la UNESCO en 1981 (Palacio de la UNESCO, París), el Ayuntamiento de Barcelona en 1983 (Palacio de Pedralbes) y el Centro Cultural de la Caja de Ahorros de Vigo en 1984».

Realismo patético

Antón Castro, en la referida crítica, adscribe a Prego a un «realismo etnográfico, expresionista, neofigurativo e intimista». Yo, añadiría por mi cuenta otro adjetivo a la enumeración, el de mágico. El propio Prego dijo: «Todo tiene un sentido mágico». Y añadiría todavía otro: humanista. El crítico Campoy asigna a Prego «la hazaña de devolver a la pintura la humanidad que había perdido». Y, más aún, adjetivaría yo asimismo a ese realismo de gallego y universal. Para Antón Castro, el expresionismo de Prego «trataba de proyectar una mirada inequívocamente gallega y universal». En concreto, como afirma en el catálogo de esta muestra el crítico José Manuel García Iglesias, Prego sitúa a Galicia en su pintura «non só como pano de fondo senón tamén como protagonista», porque «soubo ser un ideólogo plástico que construiu modelos desde os que sintetizou a súa terra e, sobre todo, a grandeza das súas xentes».

Ese realismo expresionista es además ciertamente grande. García Iglesias, en su ya aludido texto del catálogo -titulado Prego, no recordo-, afirma: «A pintura de Prego aspira a grandeza»; y añade: «aspira sempre a ser este buscador eterno da gran pintura, continuadora da realizada por Velásquez, Rembrandt, Solana, Antonio López». Y es ésta una grandeza que le va bien a su expresionismo, que yo llamaría patético, en el buen sentido de esa palabra. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la voz patético se define así: «Que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor: tristeza o melancolía».

Ese patetismo de las obras -óleos o dibujos- de Manuel Prego de Oliver se da sobre todo cuando su temática es la vejez. Precisa al respecto José Manuel García Iglesias: «O mundo da vellez -en Prego, se entiende- vístese de farrapos, de dor, de indefensión». También su obra sobre la niñez, el otro extremo de la vida del hombre, adolece de esa llamada a la piedad. Y, en fin, su agudo sentido social, de otro lado, le lleva al tema de los mendigos, que clama en sus cuadros y dibujos pidiendo misericordia. Pero hay más: es la propia condición humana la que más en general mueve a la compasión. El óleo Caminante de 1980 lo evidencia en esa figura abrumada.