Un don especial tienen los políticos para que, sin que se les mueva un músculo de la cara, puedan decir lo contrario de lo que hacen y hacer lo contrario de lo que dicen. Un ejemplo está en Pachi Vázquez, uno de los candidatos del PSOE a la alcaldía de Ourense. Pedía en febrero en la Radio Galega que su partido tomase medidas «preventivas» ante las imputaciones de cargos públicos porque, argumentaba, «en política a presunción de inocencia é relativa». Ocho meses después, inicia la recogida de avales para ser alcalde con su nombre adjetivado como imputado. Y esto es lo que no se entiende a la luz de la coherencia. El pasado viernes, su foto y su nombre estaban en las páginas que La Voz, bajo el nombre de «Los escándalos de la corrupción», dedicaba a esta plaga que asola la política. Decía el titular: «Pachi Vázquez, imputado por el juez por contrataciones a dedo en O Carballiño». Y en la noticia se daba cuenta de que el próximo miércoles (el mismo día en el que Besteiro y Feijoo tratarán de avanzar en la superación de esta atmósfera de asco) declarará en el TSXG como imputado en, según la Fiscalía, un delito continuado de prevaricación por decenas de contrataciones a dedo como alcalde de O Carballiño. ¿Por qué no pide ahora medidas preventivas para que los políticos del PSOE no estén en las páginas de la corrupción? El rosario de veces que su nombre aparecerá al lado de estos términos, corrupción e imputación, será de muchas cuentas. Estará en letras de molde cuando el juez admita, o no, los recursos que tiene planteados por su imputación; cuando el juez decida si hay, o no, juicio oral; cuando el fiscal acuerde, o no, recurrir la decisión?
¿Está el PSOE dispuesto a soportarlo? ¿Vivirá otro caso como en el 2007 en que cambió de candidato a un mes de las elecciones? ¿Correrán este riesgo los militantes de Ourense y los líderes de Santiago y Madrid? ¿Cómo se conjuga la presencia de un imputado en un proceso electoral con la afirmación de Pedro Sánchez de que «nuestro deber es limpiar la política de toda duda y sospecha»? ¿Y con la de que «la corrupción es veneno para la democracia y lo que prueba nuestra voluntad de extirparla es si somos o no firmes en su combate»? Ahí está, en manos de los militantes de Ourense y del juez del TSXG, el test de Pachi Vázquez para probar la coherencia socialista contra la corrupción.
El himno ¡Albricias! ¡La provincia ya tiene himno! La Diputación acordó que Ourense no solpor, de Manuel de Dios, sea el oficial. Bien está aunque mejor sería que los políticos en lugar de ponerle música a la decadente provincia le pusiesen puestos de trabajo, frenos a la despoblación, aceleradores al aprovechamiento de las tierras en barbecho y así sucesivamente. Quisieron, en un rasgo de realismo, que el himno (que debiera ser una composición para mostrar júbilo o entusiasmo) fuese una pieza triste que habla de «cando Ourense escurece no solpor». José Ángel Valente en su poema A veces viene la tristeza parecía preludiar que llegaría a estos lares un himno que en lugar de ser, como el de Beethoven popularizado por Miguel Ríos, un canto a la alegría («vive soñando el nuevo sol») lo sería a la resignación, la saudade y el ocaso.