La lucha de Marosa Salgado contra el cáncer

Sergio Pazos

OURENSE

MIGUEL VILLAR

Sergio Pazos es embajador en Ourense de la Fundación Cris contra el Cáncer y a la policía nacional, de 55 años, le diagnosticaron un mieloma múltiple en el 2010. Falleció hace una semana

14 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Bip bip. Recibo mensaje de WhatsApp. «Hola, soy Marosa, por si alguno está despistado/a, (emoticono de risa) y quería mandaros un mensaje muy importante para mí. Como siempre libre de virus, de spam y de publicidad encubierta». Bip bip. Suena mensaje de nuevo. «Hoy quiero compartir con vosotros una información relevante. Eso sí, mi único propósito es que os sintáis bien, lo disfrutéis y lo compartáis, si queréis. No quiero pediros nada, solo quiero que seáis felices y nos hagáis felices». Así empezaban los mensajes de mi querida Marosa que, supongo, le mandaba a muchos amigos más. En todos ellos el mensaje era claro: concienciarnos a todos sobre el cáncer y sus posibles soluciones. Y sobre más cosas, claro, tenía una gran energía.

Mensajes casi siempre sobre la importancia de la investigación, y con el trabajo desarrollado por la Fundación Josep Carreras, y la Fundación Cris contra el Cáncer, pero podría haber sido un mensaje tipo «que te abrigues con una rebequita que va a hacer frío», que sería igual de válido: con humor y con cariño. Hasta me atrevo a decir que podría ser el mensaje de la presidenta de honor de todas las fundaciones habidas y por haber del mundo entero, pues tenía el mundo entero dentro de ella y lleno de amor. Porque eso era ella: amor infinito hacia los suyos, hacia los enfermos como ella y hacia todos los que podían converger en esa energía para trabajar juntos contra esa enfermedad.

Me decía: «Nuestra premisa es que el cáncer, seguramente como la gripe, existirá siempre, pero mediante la investigación podemos cronificarlo y/o curarlo en un futuro no muy lejano».

Cuando su cuerpo le fallaba y tenía actividades e ideas que realizar, decía que su cuerpo le fastidiaba sus planes pero que no se fiara, que no sabía ese cuerpecito con quien había dado. ¡Ja! Como una cabezona, como buena sagitario, con gran ímpetu de trabajo. Otras veces se animaba y contaba que tenía ganas de ponerse lo suficientemente bien para poder retomar la presencia en eventos y seguir recaudando fondos para la investigación que financia Cris, tanto para los peques como para los que solo nos sentimos peques, aunque ya no lo seamos. Cada vez más pequeña, decía… Cada vez más grande, diría yo. Me decía: «Mientras se lucha se vive y, como la película, La (puta) vida es bella». Pero no se había podido resistir a adjetivarla. Y se echaba una sonora carcajada. ¡Qué grande nuestra Marosa! Pues sí, la vida es bella mientras no te putee. La puta vida a veces esputa cosas que hacen daño, y matan. Esto último es muy mío, y lo digo con dolor por su marcha. Pero siempre, a pesar de todo, tenía un humor especial. Una energía especial. Como cuando hablaba de sus niños. «Mira Sergio, que tú sabes de esto: Antía, la mayor, se me ha hecho actriz, y Saúl el peque (le llamaba el peque) graduado por artes y ahora audiovisuales. O sea, creo que voy a sufrir». Y luego otra carcajada enorme. Después venía la mía lógicamente, y entre risas le confirmaba ese sufrimiento, pero ellos sufrirían más, pues no escogieron ser policías (ella lo fue, de profesión y de vocación; nos protegías a todos).

Cojo el móvil y no ha sonado el bip bip con el que nos alegraba y animaba… y para olvidar ese momento, quiero mandaros este mensaje. Líbreme nadie de usurpar su gracia, su ironía y su magnetismo para sacarnos una sonrisa y hacernos siempre partícipes de sus increíbles batallas contra molinos, como si de una caballera andante se tratara. Pues eso era Marosiña, una hidalga, doña Alonsa Quijana Salgado, luchadora de causas. Pues gracias a su incansable tarea de visibilización y normalización del cáncer, todos sabemos algo más de esa enfermedad, en algunos casos, de momento, incurable.

Y aquí va mi mensaje: aunque ella ya no está con nosotros, está su legado y su capacidad de que entre todos podremos más. Os dejo con un último recuerdo en el que siempre pensaba en los demás. Cómo de contenta se puso cuando concluyeron las obras en el Hospital La Paz de la unidad Cris de investigación y terapias avanzadas en cáncer infantil. Decía: «Gracias por ayudar a este sueño». Gracias a ti Marosa, por hacernos partícipes de tu sueño. Y soñando contigo seguiremos pensando que, como tu decías, «El cáncer no espera: la investigación es lo único que puede vencer el cáncer». Un beso allá donde estés.