«Nós non cumprimos anos, cumprimos entroidos»

Javier G. Sobrado, Pablo Varela OURENSE

OURENSE

Suso Fariñas se viste de pantalla desde los 7 años
Suso Fariñas se viste de pantalla desde los 7 años MIGUEL VILLAR

Con todas las celebraciones canceladas por el avance de la pandemia, cuatro veteranos de la fiesta más tradicional de Ourense cuentan como viven su carnaval más atípico

15 feb 2021 . Actualizado a las 20:33 h.

Cuando Ourense vivía el entroido del 2020 nada hacía pensar que, un año más tarde, una pandemia mundial obligaría a poner en pausa una de las tradiciones más arraigadas en la provincia. Los mayores aseguran que ni la guerra lo detuvo. Ha sido un virus el único que ha podido con la celebración, pero no con el sentimiento. Lolo en Laza, Álvaro en Verín, Suso en Xinzo y José en Maceda son la prueba de que el entroido va por dentro.

Suso Fariñas, pantalla de Xinzo: «¿Como se fai para botar fóra o sentimento do entroido?»

«Recordo que na casa dos meus avós había un baúl cheo de disfraces. Na Limia case todos somos de familias de entroideiros. Herdamos iso como herdamos as terras ou calquera outra cousa». Son palabras de Suso Fariñas, que demuestran que el entroido de Xinzo es algo que los limianos llevan en la sangre. Con ellas trata de resumir algo que, asegura, le resulta «moi moi complicado de expresar». Y es que él, como tantos otros vecinos, pasa el año entero pensando en estas fechas. «Non é broma, botamos todo o ano pensando nel. Estamos atentos a calquera cousa que nos poida servir para o entroido. De feito, nós non cumprimos anos, cumprimos entroidos», explica.

Tanto es así que este limiano de 63 años, de los cuales ha pasado 56 vistiéndose de pantalla, habla de esta fiesta como un «entroido roubado». Asegura que, después de los doce meses con la mente puesta en preparar la máscara, las vejigas y la camisa de pantalla, necesita algún modo de aliviar esa pena: «Nós levamos moi dentro o sentimento do entroido, e sentimos que, dalgunha maneira, temos que botalo fóra, pero ¿como se bota fora? ¿Que se pode facer?». Quedarse en casa y celebrarlo cada uno a su manera, asegura Suso: «Sobre todo xogando cos meniños e pasando tempo coa familia. O domingo fareleiro botamos fariña, outro día xogamos ás olas...».

Y aunque no sea todo lo que hubiese deseado, Suso dice sentirse un poco aliviado gracias a que el pasado domingo corredoiro se vistió de pantalla. «Normalmente ese día éntrache esa cousa de que necesitas poñer a pantalla xa. O que fixen este ano foi vestirme na casa. Así parece que, polo menos, o traxe non queda pechado e sen utilizar ata o ano que ven».

Álvaro Ferreira, cigarrón de Verín: «Non podemos permitir que se creen estes tumultos de xente na rúa»

Los vecinos de Verín quieren mucho a sus cigarrones, y aunque la comunidad creada entre verineses y máscaras sea digna de elogio, en tiempos de pandemia este lazo se ha vuelto peligroso. Álvaro Ferreira es cigarrón desde hace 48 años y asegura que, el problema de este entroido no resulta de vestirse con la icónica máscara de la villa, sino de las consecuencias de hacerlo: «Cando nos vestimos, os veciños rodéannos. Queren falar con nós, sacar fotos... Non podemos permitir que se creen este tumultos de xente na rúa».

Y aunque desde la Asociación do Cigarrón recomiendan a sus miembros no salir a la calle con el traje puesto, Álvaro reconoce que hay disidentes: «Algún di que vai saír co traxe. Pedimos que recapaciten e non sexan egoístas. É o momento de respectar aos nosos veciños, e non de crear máis problemas dos que xa hai».

Álvaro Ferreira lleva 48 vistiéndose de cigarrón
Álvaro Ferreira lleva 48 vistiéndose de cigarrón Santi M. Amil

Desde el Concello de Verín se ha iniciado una campaña con la misión de mantener vivo este entroido tan diferente. Con el lema «Entroido de Verín, sempre latexando», las iniciativas han volcado a los vecinos de la villa. «Case todo o mundo está poñendo os carteis do entroido latente», asegura Álvaro, quien, además, dice aprovechar su trabajo en uno de los colegios de la villa para intentar mantener viva la tradición entre los más pequeños. «Os rapaces na escola estanse disfrazando, na medida do posible, e eu con eles». Del mismo modo, son muchos los cigarrones que han decidido que este domingo sacarán sus chocas por la ventana y las harán sonar para, al menos, generar un poco de ambiente.

Y aunque estos pequeños actos palíen un poco la pena, la tristeza reina entre los cigarrones. Este año, que Álvaro considera «un paréntese» dejará huella, en negativo, en todos lo que se visten, y de hecho, no solo en los más veteranos. Es el caso de Luís Álvarez, que aunque fue bautizado como cigarrón en el 2019, despide pasión como si lo hubiese sido toda la vida. «Vivimos en Vigo desde hai moitos anos, pero sempre volviamos a Verín polo entroido», asegura Luís, quien también admite que aunque la pena es grande, el entroido volverá con fuerza en cuanto sea posible.

Con la esperanza de que el 2022 traiga una mejor situación sanitaria, y por lo tanto, «o entroido máis grande que se recorde», dice Álvaro, la fiesta grande de Verín queda, por ahora, a la espera.

José Mojón, felo de Maceda: «O que nos queda este ano é saír a facer un pouquiño de ruído»

La emigración es lo único que separó a José Mojón, el más mayor de los felos de Maceda, de haber sido la persona con más años de chocas y máscara a sus espaldas: «Botei unha época fóra, uns dez anos en México, e non me puiden vestir, pero a primeira que o puxen foi con 20 anos».

Este vecino de Santirso, Maceda, recuerda que, en su niñez, no era tan común ser felo: «É que hoxe case todos temos un traxe. Daquela case non os había. Nalgunhas aldeas como Castro de Escuadro ou Xinzo da Costa había un ou dous traxes, e alquilábanos». Y se sorprende al pensar que, en los últimos años, han llegado a juntarse más de 150 felos de todas las edades. «Agora hai ata rapaciños pequenos aos que lle fan o traxe a medida e teñen que ir da man dos pais», explica.

Sin embargo, este año no habrá tal ejército de felos. La pandemia de covid-19 obliga al entroido de Maceda a suspender sus actos y celebraciones, y José admite que, tras tantos años organizando y saliendo por la sierra, será raro. Ni la bica, ni el licor, ni ninguno de las bebidas y alimentos con los que los vecinos de las aldeas obsequian habitualmente a los felos, serán disfrutados por ellos en esta ocasión. «O único que nos queda este ano é saír a facer un pouquiño de ruído, pero sen xuntarnos. Non pode haber multitudes», admite José.

Así, este entroido, que antaño no tenía tanta repercusión como los de Xinzo o Verín -según dice José porque los felos no estaban tan promocionados como debían- pasará sin los grandes momentos de los últimos tiempos. Eso sí, como dice este vecino de Santirso, siempre quedará el próximo año: «Despois das ganas que aguantamos este ano, para o que ven haberá que desquitarse».

Lolo González, Laza: «Se sairá a Morena en solitario? Home, pois iso ata a véspera non se sabe»

En Laza, el bajo de Lolo González guarda más de un siglo de tradición. Allí descansa la Morena que bajaba desde Cimadevila hará como cien años, y también su relevo, que tendrá más de treinta. A Lolo, de 54 años y conocido como O Ardillas en el pueblo, ya le tocó bajarla en una ocasión. Y lejos de lo que se podría pensar en un festejo de tal calibre, hay un punto de improvisación que describe el carácter de Laza, donde el entroido siempre sorprende. Cuando Lolo era un crío, observaba a sus mayores en la cita. «Hai vellos da vila que morreron haberá uns 30 anos, cando tiñan arredor de 90, e xa recordaban a Morena de toda a a vida», dice Lolo.

El propio padre de Lolo, Pepe, llegó a estar bajo la manta de la Morena entre siete u ocho años. Una manta que guarda tropecientas vivencias que ni la lavadora se lleva consigo. «Hai que lavala porque entre a terra, as formigas e a fariña...», dice Lolo. El mantenimiento de la máscara, eso sí, es otra historia. «A Morena, pois comer non come e tampouco bebe. Aguanta igual», bromea Lolo.

Lolo González, con la Morena de Laza
Lolo González, con la Morena de Laza Santi M. Amil

Si la Morena sigue igual que siempre, Laza intenta que la pandemia de coronavirus tampoco la cambie. Moisés Blanco, que bajó a la «bestia» el año pasado, vive en Barcelona y esta vez, por las restricciones de movilidad, no podrá regresar a casa. El 2020 fue un año especial para él: su abuelo ya había sido protagonista antaño en el descenso desde Cimadevila, y él se emocionaba minutos antes de recoger, en cierta manera, su testigo. Eran finales de febrero y Moisés salió del cobertizo de la Morena entre los gritos y el jolgorio del público. «Fue algo muy especial. Ahora llegó la epidemia y no queda otra que quedarse en casa, pero el año que viene, si se puede, regresaremos con más fuerza», dice. De aquel luns borralleiro del 24 de febrero pronto habrá pasado un año. Pero la alegría fue doble para Moisés al llegar junio, cuando nació su hijo. «Fui padre y, al poco, ya estando en verano, traje al niño a que conociese Laza», dice riendo. «Ya le inculco el entroido desde la cuna. Y algunas fotos de los peliqueiros y la Morena le he enseñado», agrega.

Aún es pronto para saber si el hijo de Moisés tomará algún días los mandos de la Morena. Muy pronto. «No siempre es algo planificado. A mí me tocó en su momento porque me lo propuso la gente de Cimadevila y para mí fue un orgullo», cuenta. Esta vez, el virus ha encerrado a la manta y la máscara en un garaje, donde esperan su turno antes de saltar de nuevo a dar guerra. «Algunha vez temos convencido de levala ó que ía máis cargado despois de comer», explica Lolo entre risas. «Se este ano sairá a Morena en solitario e coa xente nos balcóns? Home, ata a véspera seguro que non se sabe», dice con picardía.