Los imagotipos del recuerdo

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OURENSE

Santi M. Amil

Exuberancia cromática emocional en las pinturas que Nuria Calviño expone en el espacio multidisciplinar de Mur Marxinal

27 sep 2021 . Actualizado a las 13:36 h.

«Declaro la independencia de la imaginación y el derecho del hombre a su propia locura». Dalí.

En el sorprendente contenedor expositivo de ese espacio híbrido y mutante que se define como el inclasificable concept store Mur Marxinal, ideado por Goretti González y Hélder Costa, no-lugar urbano, estructurado en múltiples ambientes sin demarcaciones constructivas, una nave industrial de 750 metros cuadrados con diseño europeo y underground entre el bosque de cachivaches curiosos, letras de cartel de cine búlgaro, plantas, antigüedades y carteles, botellas, ropa y maniquíes, caballitos sin carrusel, artesanía y fotografías, además de una variada carta de cafés, infusiones y un restaurante- cuelga sus cuadros, en el contenedor industrial reconvertido en sala de exposiciones, Nuria Calviño, con la muestra titulada Trazos de mí.

La autora, a través de una perspectiva autobiográfica, explora inquietudes, recuerdos y anhelos que intenta trasladar al espectador tomando aspectos emocionales. Metáforas narrativas edulcoradas con una paleta cromática valiente y arriesgada, teniendo como inspiración la fantasía ilimitada de la ensoñación romántica y una saturación maximalista en un caudal de flora, personajes y filigrana enredados con efervescencia vegetal en ambientes cálidos de vivos colores y aterciopelados pastel con acabado sofisticado en su exuberancia próxima al horror vacui, manteniendo un criterio cromático y cierto barroquismo en el poso de la representación como fuente narrativa y una atmósfera de texturas suntuosas y arabescos, policromía sobrecargada de información estética y de alto contraste con cierto preciosismo simbolista.

Introduce textos en las obras y formas geométricas resplandecientes en los metales que equilibra en las formas femeninas de original maquillaje dotando a las figuras de un carácter onírico y surreal.

Exotismo en el valor narrativo y sensual otorgado a los objetos y atribuido a los materiales, plumas, oropeles… creando una escenografía para raptar en esos dulcificados y distantes rostros ensimismados y ausentes que en ocasiones se diluyen con el fondo como formas que emergen de un espacio sin delimitaciones contextuales, una atmósfera de hedonismo y sensualidad.

Trazos de mí es el título que da nombre a esta exposición en la que una aficionada Nuria Calviño, traslada sus inquietudes artísticas a la plástica, expresando sus emociones e ilusiones, liberando sus pasiones y recuerdos a través de una atractiva paleta multicolor para fijar a través de la magia cromática los sabores, olores, rostros y experiencias que plasma como recuerdo de sus viajes. Una historia narrada a través de las miradas femeninas protagonistas de su obra como entidades trasmisoras de una sinestesia sensorial, literaria y estética como una interpretación preciosista de nazarenos y prerrafaelistas en el conglomerado de formas que presenta la autora con estricto rigor ornamental en la intención y composición del cuadro antinaturalista.

Revisión del Simbolismo clásico decantado hacia una espiritualidad interior próxima al misticismo que la viguesa arrastra hasta el universo de lo privado, emocionalmente íntimo y a una subjetividad exaltada con la liberación exultante del romanticismo en su exotismo orientalista y en la fantasía, una reverberación cromática con exuberancia neobarroca y vehicular de la memoria de sensaciones, ideas y vivencias en los efectos derivados de las yuxtaposiciones de primarios y variaciones en complementarios que son utilizados para construir imágenes atemporales y hedonistas que resaltan el carácter onírico de lo mágico o sobrenatural.

No pretende representar la realidad sino que desde ese alejamiento surge la fantasía y el entorno envolvente al sueño alusivo, al símbolo convertido en pretexto y utilizando la pintura como traslación y expresión del estado de ánimo derivado del efecto provocado por el recuerdo, mestizaje de afectos, recuerdos y experiencias, el Eros. Cada símbolo tiene una concreción propia para la artista en la aportación subjetiva y en la apropiación de recursos lingüísticos que dialogan con el espectador, originando lecturas abiertas. Cierto cloisonismo depurado y vitral encapsula los campos de color como una apreciación de la discontinuidad de lo onírico. Comparte el aislamiento de los detalles naturales, un enfoque homogéneo de la imagen como rechazo de las convenciones academicistas y un equilibrio formal entre el motivo y la mancha. Idealización de la narración convertida en alegoría plástica.