Aunque sea de mentirijillas, que un hombre de 89 años como Ramón Tamames se postule como candidato alternativo a la presidencia en la moción de censura que presenta el partido es algo que está siendo calificado de broma o esperpento. No solo porque la trayectoria e ideología del economista y las de la formación de extrema derecha sean antagónicas, sino también por la edad del candidato ficticio. Son 89 años, cierto, pero estas críticas son un ejemplo más del edadismo que aflora en tantas ocasiones, sobre todo cuando se refiere a competencias profesionales. Que con más de 55 o 60 años, una no estará para darlo todo diez horas al día en un trabajo físico, pero que la edad sea una barrera para el acceso a puestos de trabajo es un lujo inmoral. También en lugares como Ourense, donde por suerte celebramos a menudo la abundante longevidad de nuestros mayores. Si tienes la mala suerte de quedar sin empleo pasada la fatídica barrera de los 45-50, más vale que tengas ahorros para tirar hasta la jubilación entre subsidios y algún trabajillo temporal que pueda surgir o para emprender con arrojo, conocimiento y suerte. Es algo general, no solo ocurre en el ámbito local. Aunque se vuelve cruel respecto a las mujeres porque se las critica más por su aspecto físico, tanto por sus arrugas como por sus operaciones estéticas para intentar borrarlas. Ya lo dijo Madonna recientemente cuando fue criticada por su actual imagen en una entrega de premios. La artista se defendió —muy bien, como lleva haciendo toda su vida— refiriéndose al edadismo con el que estaban enfocadas esas burlas. Cuando afectan a lo de comer son mucho peores.