El Club Deportivo Arenteiro, qué pasada. Será difícil olvidar este curso 2022/23 en O Carballiño y lo decimos varios de los que nos reunimos alrededor de unas cañas y recordamos aquel día en que los verdes debutaron en la Segunda B, en un derbi de 1987 contra el Lugo, 0-0. Realmente era lo de menos. Solo queríamos ver a nuestro equipo en la tercera categoría nacional.
Yo, que me fijaba en los porteros, no podía dejar de mirar a Carlos Pereira. El de Marín venía de ganar una Recopa con el Valencia de Alfredo Di Stéfano, frenando al Arsenal y deteniendo dos penaltis en la tanda decisiva. En el equipo Che y en el Atlético de Madrid acumuló títulos nacionales e internacionales y, tras un breve paso por el Celta, llegaba a Espiñedo. Con él aquel día estaba el inolvidable Luis Sobrino, recientemente fallecido, o futbolistas de la talla de Tito, Carlos Cantarelo, Yebra -después convertido en el padre de Borja- y Quecho, además de otros valores del balompié provincial, como Toncho, Neira, José Ramón y Sequeiros. ¡Vaya nombres! Al nivel de los que no estuvieron en esa sesión inaugural, desde el capi Raúl Nogueira al gato Castor, pasando por el ribeirao Cándido.
Los tiempos han cambiado. Hoy todo está más calculado.
Aún así, me gusta repetirme en lo de mirar a la actual Primera Federación. Con un elenco que va del Dépor y Córdoba al Castilla, Celta B y Alcorcón, entre otros. Ojo. Y podría llegar el Málaga, con un Lugo también muy distinto al de antaño.
El cuerpo me pide una columna jabonosa para tantos futbolistas que se han salido este curso en un Arenteiro que brilló en Liga, Copa Federación y del Rey, pero un éxito de semejante calibre solo puede ser colectivo. Acabo de oír a Fran Justo —en la grada— acordándose de aquellos que lo acompañaron en el 2020 al inicio de este proyecto. Y lo cierto es que desde el presidente Argimiro Marnotes a David, el utillero, hay mucho trabajo tan oscuro como coral, dentro y fuera del campo, con un plus espectacular, el de una de las aficiones más fieles de Galicia. Toca disfrutarlo.