El norte solar del capitán Wingate

tareixa taboada OURENSE

OURENSE

Santi M. Amil

Correa Corredoira presenta su experiencia en Namibia en el Marcos Valcárcel

18 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«No es posible despertar la conciencia sin dolor. La gente es capaz de hacer cualquier cosa para evitar enfrentarse a su propia alma». Jung

Correa Corredoira traslada la emoción de sus vivencias africanas a su regreso del continente, tras desempeñar el reto encargado por Ángel Tordesillas para realizar una Rosa de los vientos como la que situó a los pies de la Torre de Hércules para el Museo marítimo de Lüderitz, en Namibia. Este proyecto gestó la exposición Lugar sen medida, como experiencia fenoménica de lo inusual y lo libre en la extraordinaria dimensión de las cosas cotidianas a través de una pintura coherente, interesada en revalorizar lo humilde y natural, primigenio, con cierta conexión expresiva y crítica con Dubuffet en una pintura experiencial.

Su obra, vinculada al informalismo y al expresionismo como reacción a las múltiples alienaciones que la cultura capitalista impone con la trampa de sus falsos valores de uniformidad y globalización, domesticación y confort, proyecta, desde una hipertrofia figurativa a la que traslada su reflexión sobre el sentido del hombre a soluciones plásticas. Enfrentando al antagonismo pesimista de Heidegger, el vitalismo de Argan tan radical como apasionado en torno a la vida como estado compañero de la muerte, convierte esa angustia en proceso dual por el impulso de una creación arrebatada, constructiva y destructiva que es tan lírica como dramática en función de la confrontación de las texturas que expresan angustia o serenidad, la magia propiciatoria de arcanas cavernas, en la violencia de los materiales ideados como cuenca de sedimentación de estratos geológicos y simbólicos y en la selección utilitaria de los soportes y de las técnicas, elementos reciclados que aproximan su obra al Póvera, Trash o Funk Art y trasladan su crítica al consumismo exacerbado de la sociedad posindustrial en su antropofagia y cohabitan con una naturaleza en peligro de extinción arrasada por el hombre. Revienta los límites impuestos por la pintura tradicional, dándole al arte la autonomía del ser en sí mismo desde el carácter sígnico, propiciatorio y ritual.

Una suerte de muralismo cavernario desde la experiencia contemporánea, épica subversiva conocedora de las pardas tierras de Burri y los vacíos de Fontana, encuentros y manifestaciones del azar subjetivo en críptico dramatismo existencial y la permanencia como resistencia bajo la sombra inmutable de la Welwitschia Mirabilis, conífera capaz de sobrevivir dos mil años en el desierto, que, en envolventes trazos, Correa, enreda en expansivo crecimiento, sobre mixtas y papel en los que experimenta, identificándose con una realidad no tan ajena a pesar del extrañamiento en la materia disuelta de Fautrier, revelando una poética de texturas que remite al génesis, formas híbridas y mito en Orixorca, animal fantástico mezcla de órix y antílope y la Candorca, cetáceo blanco y negro similar al órix. El artista trasciende los límites impuestos por la cultura occidental para encontrarse con su propia voz. La pintura como como concepto mental transdisciplinar y temperamento, acción y vocablo gestual, experimentación procesual desde una creación sin acotaciones, vehículo de expresión de inquietudes y emociones provocadas por los materiales torturados. El muro como soporte, imagen tan pretérita como contemporánea, de Altamira a Les Trois-Fréres, a Tàpies, a la corriente Madí o Banksy.

 Un lenguaje propio

Propuestas estructurales de composición, experimentación y síntesis a través de evocaciones geológicas con una resolución magistral del (no) lugar del cuadro, desplazando el centro. Espacio convertido en cuenca de sedimentación de estratos que niega la limitación renacentista del cuadro-ventana en favor de un lugar de conflicto entre texturas terrosas, cereales añadidos, en la simulación de un paisaje uróboro, constituido por la adhesión de una mixtura con apariencia orgánica de elementos. Todo ello para definir un lenguaje propio y una sorprendente iconografía residual en la degradación de los materiales rescatados con cierto ingenuismo feliz y formal y maestría en el tratamiento de la cocina pictórica que establece una gestualidad inusitada que enfrenta, en su sutil indefinición los volúmenes de rotundidad escultórica con los objetos convertidos en cuerpos en tránsito.

Pintura estratigráfica y derrubios atrapados en capas conmocionadas por espasmos emocionales que sugieren un magma pictórico definido por lo orgánico, libre, salvaje, musical. El accidente se convierte en compromiso y sensibilidad.