







En una pequeña aldea de Outeiro de Orraca, en Allariz, el silencio rural se quiebra con los sonidos de la madera trabajada y las cuerdas afinadas. Allí, en su taller, Arturo Andrade recibe a quienes quieren descubrir el arte de la lutería y la escultura, dos oficios que en sus manos se entrelazan con la paciencia y el tiempo. Desde el año 2005, Andrade dedica su día a día a la creación de instrumentos como violines, violonchelos, guitarras y otros que nacen de la precisión, la experiencia y la sensibilidad que la madera exige. Cada pieza que fabrica no es solo un instrumento: es una obra única que encierra horas de estudio, dedicación y un oído afinado al detalle. Su relación con el arte comenzó mucho antes. Durante más de cuarenta años, Andrade ha trabajado la escultura, moldeando piezas y formas con la misma entrega con la que da vida a sus instrumentos. «El lutier no se hace de un día para otro», explica mientras muestra el delicado proceso de construcción de un violín. «Hay que nacer con ello y saber lo que se precisa. Aunque te lo expliquen, es un camino difícil. Requiere mucha paciencia y dedicación».